Oviedo Lluis ,
Recensione: S.H. Louden - L.J. Francis, The Naked Parish Priest. What Priests Really Think They’re Doing,
in
Antonianum, 79/1 (2004) p. 174-176
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Summary in Spanish:
Parece que está de moda observar y escrutar al clero católico, al menos a juzgar por los estudios que han salido a la luz durante los últimos meses en diferentes ambientes de la sociología de la religión. Aparte del que es objeto de nuestro comentario, conozco, al menos, el de F. Garelli, Sfide per la Chiesa del nuevo secolo: indagine sul clero in Italia; y los aún más recientes de D.R. Hoge y J.E. Wenger, Evolving Visions of Priesthood, y A. Greeley, Priests: A Calling in Crisis, publicados en Norteamérica, además del polémico: Celibacy in Crisis: A Secret World Revisited, de A. W. Richard Sipe.
Aparte se registran numerosos artículos e investigaciones empíricas, en diversas regiones y sobre cuestiones varias. Es interesante que los sacerdotes sean un sujeto central en el estudio de la sociología religiosa, pues seguramente ofrecen una imagen más fidedigna de dicho campo que otros sujetos, en ocasiones marginales.
El estudio de Louden y Francis, es, como cabe esperar, fundamentalmente de carácter empírico. Recoge y analiza los resultados de una encuesta realizada hace cinco años entre el clero católico parroquial de Inglaterra y Gales. Francis es un conocido autor de la llamada “teología empírica”, un desarrollo especializado de la teología práctica, que, en su caso, se ocupa de los factores psicológicos que inciden en varios campos del anuncio y la recepción del mensaje cristiano.
La introducción del libro expone las características metodológicas del estudio, y merecen la máxima atención. Los autores cuentan que elaboraron un cuestionario cerrado con 66 preguntas, con la posibilidad de añadir comentarios abiertos. El cuestionario fue enviado por correo a un total de 3581 sacerdotes, de los que respondieron el 42,1%, es decir 1482, lo que no debe considerarse un resultado bajo, dadas las circunstancias y si se compara con otros estudios de este tipo.
Son bastante llamativos los comentarios en torno a las dificultades encontradas por los autores a la hora de lanzar su encuesta, así como las resistencias por parte de algunos sectores eclesiales, un tanto sospechosos respecto de las intenciones y efectos de dicha investigación. Sé por propia experiencia de tales retos, y de la necesidad de “negociar”, especialmente con las autoridades, los contenidos y la forma de tales investigaciones. Lo cierto es que todavía existe un ambiente de desconfianza en amplios círculos eclesiales en torno a las investigaciones empíricas.
El contenido del libro expone en 22 capítulos los temas en los que se despliega la encuesta realizada. Tienen todos la misma estructura. Inician con una descripción del contexto en el que se plantea el tema, como por ejemplo “La preparación para el ministerio público” (primer tema), donde se presenta un poco la historia de la situación del clero desde antes del Vaticano II, y los principales retos hasta el presente. Sigue un parágrafo titulado “Escuchando a los sacerdotes”, donde se recogen algunos comentarios significativos en relación con el tema. Después se explica cómo se han formulado las cuestiones, para pasar a la interpretación de los datos cuantitativos, y acabar con una comparación entre los resultados que ofrece el clero regular y el secular, así como entre las diversas generaciones: mayores, maduros y jóvenes.
Los temas seleccionados abarcan un amplio espectro de cuestiones que interesan en toda investigación de este género: en primer lugar cuestiones que conciernen a la formación del clero; temas sobre la identidad sacerdotal y su distinción; niveles de ortodoxia doctrinal y moral; vinculación con la jerarquía e institución; problemas concretos de la condición sacerdotal; y situación psicológica, es decir niveles de satisfacción y de crisis.
Es difícil ofrecer un panorama sintético de los datos leídos. De todos modos, al recensor llaman la atención algunos, que pueden juzgarse de muchos modos. En general parece más satisfecha con su formación la generación más joven; los niveles de ortodoxia son muy altos y no se registra demasiada contestación. Emerge un panorama además humano y comprensivo de la función y de la tarea del sacerdote, con sus múltiples cargas. Sorprende un nivel más bien alto de adhesión al celibato (73%); además el 72% de los que han contestado consideran que los sacerdotes son fieles al mismo, y, contrariamente a lo que se suele pensar, no hay diferencias significativas entre el clero regular y el secular (p. 87) en la valoración del compromiso de castidad. Es significativa la altísima identificación con la línea del Vaticano II (sólo un 4% de desafectos), y el carácter más bien equilibrado de las respuestas en todas las cuestiones, también en aquellas más críticas, como las que afectan a los errores y pecados del clero. Es un dato sin duda positivo que sólo el 4% se sienten claramente insatisfechos de su estado, mientras un 13% ha considerado alguna vez abandonar.
Ciertamente, la elaboración de una encuesta de este tipo, en especial el diseño del cuestionario, refleja las inquietudes y visiones de quienes la conciben. Es seguro que otros habrían planteado otro tipo de cuestiones o una diferente estrategia en el diseño del cuestionario, dependiendo de los puntos que se consideran más críticos o de las hipótesis de las que parte la investigación.
Quizás hubiera sido deseable conocer mejor los factores que contribuyen a la estabilidad y satisfacción vocacional, y si, por ejemplo, hay correlación entre dicho factor, bien recogido en algunas de las cuestiones, y los niveles de oración, de ortodoxia, y de afecto institucional. Creo que con los data-base disponibles puede hacerse una ulterior explotación del material recogido. Pero de todos modos es difícil ampliar más el radio de las cuestiones, pues cubre bastante bien las áreas más importantes de la vida sacerdotal.
Quizás habría que revisar el patrón que se repite con demasiada insistencia en las descripciones del contexto, con la contraposición de la vieja Iglesia, de antes del Vaticano II, y las nuevas orientaciones puestas en práctica después. Creo que desde un punto de vista de la observación sociológica sería bueno matizar más dicha visión, un tanto simplista.
Por lo demás, hubiéramos deseado alguna consideración “teológica” en el sentido de lo que puede ofrecer una “teología empírica”, es decir, una profundización más en conexión con la teología del ministerio sacerdotal, que sepa leer y aproveche los datos empíricos como “signos de los tiempos” y que saque conclusiones sobre la adecuación de aquellas posiciones que representan opciones o estrategias pastorales. El recensor, al menos, si ha sacado ya algunas, y quizás esa era la intención de los autores, no hacerlas explícitas, sino dejarlas a cada lector.
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