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Recensione: A.Pardilla, La forma di vita di Cristo al centro della formazione alla vita religiosa

Uno de los campos en los que ha sido más pródiga la reflexión de la Iglesia después del Concilio Vaticano II es seguramente el de la vida religiosa; los treinta o más documentos oficiales relacionados con los diversos aspectos de la misma son una prueba de ello. Más que enriquecer la definición de su identidad teológica, tema sobre el cual poco o nada se ha añadido a cuanto fuera dicho en los documentos conciliares, la reflexión se ha ocupado de precisar ciertas incidencias eclesiales de dicha definición, de explotar sus consecuencias espirituales, de insistir sobre algunas exigencias disciplinares y, sobre todo, de las dimensiones formativas de la misma.

Es en este último campo donde se ubica el presente trabajo de Angel Pardilla, fruto de sus profundos conocimientos sobre el tema y de sus largos años de docencia en las Universidades romanas. En forma específica, el autor trata de responder a una sentida necesidad del momento, cuando muchos Institutos de vida consagrada se ocupan en la redacción o revisión de la propia ratio formationis. Su propósito es ofrecer un cuadro bíblico y teológico que sirva de fundamento a cualquier proyecto formativo, tanto inicial como permanente, pues en el centro de la misma debe estar Cristo. Según sus palabras, “formarse es poner en el centro de la propia vida el dinamismo interno de Cristo consagrado, misionero y orante, es hacer que toda la propia experiencia, cada vez más amplia y rica, adquiera un sentido cristológico y gire en torno a ese Cristo, como dibujando una figura en espiral”. Y para acentuar la perspectiva trinitaria desde la cual el autor mira la formación, a renglón seguido agrega: “Formarse es dejarse configuar por el Padre que, mediante Cristo y en el Espíritu Santo, quiere plasmar la vida de cada religioso según el modelo de la forma de vida del mismo Cristo” (p. 6).

El volumen consta de seis capítulos. El I, de carácter introductorio, presenta en un amplio panorama la relación estrecha que se da entre la vida religiosa y la Biblia. Se detiene de modo particular en las enseñanzas conciliares y pontificias sobre el puesto que debe ocupar la Sagrada Escritura como fuente primaria de la espiritualidad de los religiosos. Más de la mitad del mismo está dedicado al análisis de los textos bíblicos contenidos en los capítulos V y VI de la constitución Lumen gentium, en el decreto Perfectae caritatis y en la exhortación apostólica Vita consecrata.

El capítulo II, también de carácter introductorio, estudia a la luz de la Biblia lo que el autor llama “el programa de vida de los religiosos”, para referirse a las dimensiones fundamentales que entran en su identificación telógica, como la consagración, el seguimiento de Cristo, la perfección, el radicalismo, la vida en común, la misión apostólica y la vida de oración.

El capítulo III entra abiertamente en el tema cristológico, haciendo una densa presentación de Cristo como “el supremo consagrado, el máximo apóstol o misionero y el sumo orante”. La reflexión en este capítulo se basa en la sagrada Escritura, particularmente en los Evangelios y en las Cartas paulinas.

El capítulo IV se ocupa de la formación de Cristo, presentado como “formado” por el Padre. Se trata de un recorrido por las grandes etapas de la vida de Cristo para hacer ver las características formativas de las misma; luego ofrece un amplio espacio dedicado a tres dimensiones de la renuncia, propias de su forma de vida: la obediencia perfecta, la castidad consagrada y la pobreza profunda del Verbo encarnado. El autor hace ver que la formación de Cristo consistió también en la aceptación, libre y responsable, de la forma de vida porpuesta por el Padre.

El capítulo V está dedicado a Cristo formador de sus doce discípulos. La forma de vida propuesta por el Padre y asumida por Él, es a su vez propuesta a sus doce amigos y colaboradores. Tomando como guía los datos ofrecidos por los Evangelios, el autor hacer ver el talante pedagógico del Maestro y examina cada una de las etapas y de las fases del itinerario formativo seguido por Él.

El último capítulo, el más largo de todos, es una valiosa referencia a treinta documentos eclesiásticos sobre la vida religiosa aparecidos entre los años 1964 y el 2000. Como buen conocedor de esta documentación, el autor ha destacado y analizado los textos que de alguna forma presentan, como hilo conductor, el principio que guía todo su trabajo, o sea que la configuración a Cristo es el objetivo central de la formación para la vida religiosa.

El volumen presenta como apéndice un conjunto de doce gráficos que en cierta manera sintetizan toda la exposición pero que, sobre todo, pueden ser de grande utilidad pedagógica para la explicación de los principales temas contenidos en esta obra.

Para terminar vale la pena precisar que, a pesar de que el título de este libro aparezca sesgado por el tema de la formación, su contenido va más allá de la misma, pues la fundamentación bíblica que lo sustenta y la sólida reflexión en él desarrollada, hacen de este estudio un pequeño tratado de teología sobre la vida religiosa, por lo cual resultará útil también para todos los interesados en la comprensión y explicación de la vida consagrada desde sus más profundas raices.