Uribe Fernando ,
Recensione: GIULIA BARONE, Da Frate Elia agli Spirituali,
in
Antonianum, 75/3 (2000) p. 563-566
.
Sommario in spagnolo:
Se trata de una colección de nueve estudios de la historiadora Giulia Barone publicados en distintos volúmenes y Revistas durante un arco de veinte años (1974-1994). La mayoría de ellos tiene en común varios aspectos de la historia de los Hermanos Menores durante su primer siglo de existencia, en particular desde el punto de vista de sus instituciones; algunas de ellas, en especial las educativas, son analizadas en paralelo con las de la Orden gemela de los Predicadores. Pero alrededor de lo institucional, que es como la espina dorsal de la obra en su conjunto, ella suministra también una rica información sobre el contexto histórico dentro del cual se desarrolla el movimiento minorítico durante el siglo XIII y comienzos del XIV, en particular sobre el mundo político dominado por el emperador Federico II.
Es a partir de esta perspectiva desde donde se puede explicar el título dado a la presente selección de estudios, en el cual los nombres de Fray Elías y de Los Espirituales no son otra cosa que los parámetros dentro de los cuales se colocan cronológica y analíticamente los temas tratados. De no ser así, podría resultar ambiguo o, por lo menos, demasiado ambicioso, sobre todo para quienes crean que se refiere a una historia completa del primer siglo franciscano.
Los artículos no fueron colocados según el orden cronológico de su aparición sino según el tema de su contenido; reunidos con este criterio, se refieren en su conjunto a cuatro grandes núcleos temáticos. El primero se centra en Fray Elías de Cortona, personaje interesante y controvertido, cuya figura histórica trata de reconstruir. Allí aparece uno de los primeros trabajos publicados por la estudiosa (cap. 1), hecho con tal competencia y precisión que al parecer ni ella misma logra superarse cuando, dieciocho años después, debe afrontar el mismo tema ante el XIX Congreso de la Sociedad Internacional de Estudios Franciscanos, por lo cual se reducirá en la práctica a hacer una síntesis de lo que ya había escrito, aunque con la revisión de algunos conceptos y la debida actualización bibliográfica (cap. 2).
El segundo núcleo temático, el más amplio, trata sobre las instituciones educativas de los Predicadores y de los Menores. Uno de los estudios de este núcleo se refiere a la organización administrativa y la vida de las Provincias en los primeros decenios de la historia franciscana (cap. 3); otro se centra sobre la legislación de los Studia de los Predicadores y de los Menores (cap. 4); el tercero contiene una serie de observaciones sobre la organización de la vida en las Escuelas de los Mendicantes durante los siglos XIII y XIV, la cual, a juicio de la estudiosa, inspiró la de los Colegios ingleses de la edad moderna (cap. 5). Los análisis que hace la autora en este núcleo se basan, ante todo, en las fuentes jurídicas sobre el particular; sus resultados constituyen un gran aporte, puesto que completan en varios aspectos el trabajo de Hilarino Felder, quien en las primeras décadas de este siglo había investigado sobre la historia de los estudios científicos en la Orden Franciscana hasta mediados del siglo XIII.
El siguiente núcleo de la obra dedica dos estudios a la figura de Federico II y, en particular, a sus relaciones con los Mendicantes. Uno de ellos (cap. 6) analiza tales relaciones desde tres puntos de vista: a) desde las fundaciones de conventos e iglesias en el territorio del reino durante el tiempo del emperador, b) desde los oficios ejercidos por varios Mendicantes al servicio del reino, como delegados o consejeros, c) desde los datos que suministra la historiografía. El otro estudio (cap. 7) se centra de modo particular en el período de las tensiones entre el imperio y el papado, especialmente a partir del 1239, fecha de la segunda excomunión de Federico; en él se estudia la propaganda anti-imperial difundida en casi toda la Italia dominada por parte de la Curia pontificia.
El cuarto núcleo se puede inscribir en términos generales dentro del período del movimiento de los Espirituales, aunque sólo toca este fenómeno de manera muy genérica. En efecto, uno de los estudios (cap. 8) es una síntesis escrita para un Diccionario en la que se hace una presentación muy general del este movimiento y se destacan tres de sus protagonistas más representativos: Pedro Juan Olivi, Angel Clareno y Ubertino de Casale. El último estudio (cap. 9) sólo hace referencia de manera muy indirecta al tema de los Espirituales, pues está dedicado a demostrar que en el eremitorio de Monteluco no se registra la presencia franciscana sino a partir de 1350, dado que las fuentes anteriores a esta fecha ignoran por completo dicha presencia.
Además de los diferentes índices, la obra está enriquecida con una completa Bibliografía tanto de las fuentes como de los estudios que tienen relación directa con los temas tratados en los diversos capítulos; por su cuidadosa presentación y su actualización, puede ser un buen subsidio para los estudiosos.
Uno de los méritos de esta obra es sin duda el gran rigor metodológico que la autora ha aplicado en todos los trabajos aquí publicados. Dado que su investigación privilegia la dimensión institucional de los temas estudiados, es apenas explicable el predominio de las fuentes legislativas sobre las narrativas. De todas maneras se destaca el respeto de la estudiosa por las fuentes que usa y, sobre todo, la sobriedad y discreción de sus análisis, que le dan a sus observaciones y conclusiones el tono de objetividad que requieren las investigaciones históricas.
La indicación de las muchas cualidades que tiene esta obra no nos exime de hacer algunas observaciones sobre varias afirmaciones de la autora que, por otra parte, no invalidan la sustancia de la investigación hecha:
Refiriéndose a la composición original de la primitiva Fraternidad, la autora afirma en el primer capítulo que por su estructura, el franciscanismo primitivo era simplemente una “confraternità di laici” (pp. 30; 58; 99; 130). Dieciocho años más tarde, cuando trata sobre el mismo tema, registra una feliz evolución, pues la afirmación es matizada en estos términos: la primitiva comunidad, “che non era stata del tutto laicale, se non forse nei primissimi tempi, ma che il fondatore non aveva mai voluto si trasformasse in un Ordine di chierici” (p. 84). Se trata de una frase que marca un cambio de opinión aunque, a decir verdad, no presenta una posición del todo clara sobre el particular; de todas maneras el pensamiento de la estudiosa resulta mejor definido poco antes, cuando al parece asume las conclusiones de L. Landini al respecto (p. 75).
Para explicar la diferencia que se dio en el desarrollo legislativo entre la Orden de los Predicadores y la de los Menores, mucho más lenta en ésta última, la autora señala dos motivos: el factor condicionante que tuvo el Testamento de Francisco sobre la Regla, al exigir que fuese observada sine glossa, y el poder centralizante del ministro general (pp. 101;130). Son razones válidas pero tal vez no suficientes para explicar un fenómeno que se presenta mucho más complejo, en el que además habría que tener en cuenta otras causas, como por ejemplo, la naturaleza misma de la Regla de los menores, tal vez no suficientemente entendida por éstos desde un comienzo, o el hecho que los Predicadores no hubiesen alcanzado a tener una Regla antes de las disposiciones del Concilio Lateranense IV, lo que los obligó a crear muy pronto unas Constituciones específicas para ellos.
Cuando hace referencia al influjo que los Menores tuvieron en la sociedad, la autora afirma que “il rinnovamento della società cristiana, per i seguci di Francesco d’Assisi, passa necessariamente attraverso la moltiplicazione di personali gesti di umiliazione e rinuncia, in un individuale impegno di “imitazione di Cristo” (p. 145; el cursivo es nuestro). Se trata de una afirmación absoluta, no matizada por ninguna explicación. Frente a ella es conveniente aclarar que, además de que Francisco no habla nunca de “imitación” sino de “seguimiento” de Cristo, su proyecto de vida comporta desde los orígenes como una exigencia necesaria la vida de y en fraternidad; esta es una característica indeleble de su pensamiento que entra aún en su propuesta de vida eremítica para los hermanos que escogieran por un tiempo breve o de manera más estable ese género de vida, tal como se observa en la que se conoce como Regula pro eremitoriis, dictada por él. La característica de la vida en fraternidad es por cierto una de las notas que distinguen el movimiento eremítico franciscano.
Las anteriores observaciones sobre algunos de los varios temas que se podrían discutir de este libro, son un indicio del interés que suscita la riqueza del material allí contenido y quieren ser un estímulo para su lectura provechosa. Por ello aplaudimos la feliz iniciativa de esta publicación que nos ha puesto al alcance de la mano una serie de estudios de gran valor pero de difícil acceso que, de no haber sido coleccionados en este volumen, habrían quedado ignorados para la mayoría de los estudiosos interesados en los orígenes históricos del franciscanismo. Por lo mismo, creemos que valió la pena haber vencido la resistencia que en un primer momento puso la autora cuando se le propuso la publicación de sus trabajos. El haberla convencido es en este caso una verdadera felix culpa de Jacques Dalarun, como lo dice él mismo, quien hizo la presentación de la obra.
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