Oviedo Lluis ,
Recensione: ROBERT A. HINDE, Why Gods Persist: A Scientific Approach to Religion,
in
Antonianum, 75/3 (2000) p. 566-568
.
Sommario in spagnolo:
La religión sigue captando la atención de los investigadores y de las editoriales más prestigiosas, un síntoma más de la versatilidad y resistencia de lo religioso en un ambiente secular. Hay que agradecer en particular a la editorial Routledge su compromiso de publicar un buen número de estudios sobre el tema, desde una perspectiva innegablemente pluralista, que incluye desde las obras más confesionales y ortodoxas a las más reductivistas y alejadas de la perspectiva creyente.
El libro que presentamos se alinea más bien dentro de la segunda orientación señalada: una mirada con pretensión más científica y objetiva, consciente de no compartir la premisa de la fe y con la voluntad de explorar el fenómeno religioso con los instrumentos de análisis científico más recientes. En definitiva se trata de aplicar de forma sistemática y conspicua los criterios de las ciencias biológicas, del comportamiento y cognitivas, de cara a una comprensión mejor del fenómeno religioso. Cada época ensaya su particular método de aproximación a dicha realidad, tratando de desentrañar su misterio, de aclarar sus manifestaciones y creencias, de “hacer racional” y comprensible lo que de otro modo desafía a la racionalidad.
La obra de Hinde parte de una premisa no fácil de compartir por muchos de nosotros: la religión se apoya en conjuntos de creencias en buena parte “contra-intuitivas” o contrarias a la racionalidad científica; y sin embargo, a pesar de su aparente incompatibilidad con la cultura moderna, objetiva y crítica, siguen mostrando una cierta vitalidad. El investigador no puede eludir la cuestión que surge de la persistencia de lo religioso en un contexto de racionalidad más exigente, o tras la erosión de las creencias tradicionales operada por la Ilustración (35). La respuesta al problema puede venir de la aplicación de los criterios biologistas, que comprenden los comportamientos humanos en clave de capacidad adaptativa, y de las aportaciones de las ciencias cognitivas que muestran cómo algunas formas de pensar o de concebir la realidad responden a estructuras funcionales o a ciertos esquemas mentales de representación de lo real con ciertas “ventajas”.
Hinde expone de forma radical y clara al inicio del libro el alcance de su proyecto: “la religión plantea el último desafío al darwinismo” (6). De hecho otros autores como E.O. Wilson, R.D. Alexander y, sobre todo R. Dawkins, ya han intentado una empresa similar, pero con resultados insatisfactorios. Parece que la “cuestión de la religión” supone la “última playa” para el proyecto de una explicación evolucionista de la realidad, o para asumir el evolucionismo como una especie de “teoría unificada” de las ciencias humanas y sociales. Lo cierto es que no creo que se trate de la única asignatura pendiente, y el autor debería ser consciente de ello: quien esté acostumbrado a esa literatura sabe que la cuestión del altruismo y en general las cuestiones morales –entre otras– siguen planteando un serio problema a la ejecución del proyecto evolucionista como explicación global del comportamiento humano, por no ir a cuestiones más a fondo, como la posibilidad de dar razón de la complejidad biológica y cognitiva sin el recurso a un “diseño inteligente”. Incluso la prometedora alianza entre evolucionismo y ciencias cognitivas aún está lejos de un objetivo tan ambicioso.
Hinde distribuye su estudio en 18 capítulos, aunque la atención se centra en tres bloques: las creencias estructurales, los rituales y los códigos morales. Menor importancia y espacio se reserva a los aspectos sociales y a la experiencia religiosa. Los dos últimos capítulos profundizan en los motivos de persistencia de la religión y en las perspectivas que se vislumbran, especialmente en lo que concierne a un sistema moral que todavía depende para su formulación y motivación de las convicciones religiosas, pero que, sin embargo, ante las nuevas demandas del ambiente actual ese sustrato religioso se ve bastante limitado e incapaz de proveer las respuestas necesarias.
Es importante aludir a la cuestión metodológica, que el autor propone desde el principio para evitar algunas aplicaciones menos afortunadas del “enfoque científico” (cap. 2). La religión obedece a factores psicológicos que denomina “pan-culturales”, es decir, que superan el marco relativista de lo meramente cultural, pero al mismo tiempo adopta una perspectiva que quiere sacar a la visión biologista de algunas de sus estrecheces, lo que invita a considerar una amplia interacción entre los factores biológicos, los ambientales y los “personales” (self). Todo ello interactúa de forma evolutiva, pero desde una complejidad que trasciende el marco meramente genético.
Con ese instrumentario se pueden explicar y comprender numerosos fenómenos religiosos, desde las creencias a los códigos morales, pero no todos y no completamente, como el autor reconoce repetidamente (32, 67, 198) aunque aludiendo a la falta de estudios que profundicen algunos de los temas y nos den claves más satisfactorias. De este modo todo o casi todo en el ámbito religioso puede ser iluminado desde un foco funcional que acentúa la utilidad o conveniencia de las formas religiosas para los distintos niveles en los que se plantea la supervivencia y la mejora de la existencia humana, tanto personal como social. El resultado es una visión útil y no necesariamente anti-religiosa, o superadora de la fe; simplemente se constata que en la mayor parte de los casos las creencias y prácticas religiosas son factores positivos para la identidad personal, para la constitución y permanencia de comunidades, la autoestima o los niveles de satisfacción, y la coherencia o integración cognitiva, algo que se comprueba en la abundante referencia a estudios empíricos Al menos este libro aleja un viejo prejuicio: que la religión sea social o personalmente negativa y alienante o que demasiada religión haga daño. Ello no obsta para que de cuando en cuando el autor haga observar algunos límites de la vivencia religiosa histórica y actual, sus facetas menos “adaptativas”. En algunos casos parece volver el ideal ilustrado de “racionalizar la religión” o de adaptarla para conservar sus aspectos más positivos y evitar sus consecuencias más perjudiciales.
Todo ello propone de nuevo un viejo debate apologético aunque en un escenario un poco diverso. Las cuestiones fundativas, de filosofía de la religión, del reduccionismo, así como el problema de la relación entre fe religiosa y ciencia, en el que se enmarca el tema, reemergen sin demasiadas aportaciones originales que permitan dar algunos pasos o profundizar el debate. El autor elude todas las cuestiones previas o “meta-científicas” que han sido tantas veces señaladas desde el inicio de la modernidad en el difícil encuentro entre racionalidad y fe revelada. La misma paradoja auto-implicativa de considerar positiva la religión pero abstenerse de creer, al sentirse racionalmente por encima de ella, es sólo un botón de muestra. Por otro lado el autor ignora de forma demasiado precipitada las diferencias entre cristianismo y otras religiones, a lo que debería estar más atento en algunos puntos de su teorización, pues no siempre es posible ni adecuado –científicamente– poner todas las religiones en el mismo saco.
Se agradece de todos modos la inmensa aportación de datos e investigaciones recientes, que permite seguir la evolución de una parte de los “estudios sobre la religión”. Hay que reconocer también una cierta apertura conceptual más allá de los sociobiólogos y de los cognitivistas más cerrados, y un espíritu de comprensión mayor hacia lo que significa la religión, su inabarcable complejidad y sus difícilmente sustituibles aplicaciones. Pero se notan demasiadas cuestiones sin solución, perspectivas abiertas sin demasiadas certezas, mucha indeterminación y, en general, una cantidad de “cabos sueltos” que se alejan de la precisión que se podría esperar de una obra que se declara “científica” ya en su subtítulo.
El problema que aún queda entre líneas y que el autor no se entretiene en resolver es el de la “razón teológica” o lo que algunos han llamado recientemente “inteligencia espiritual”, como un componente imprescindible de la existencia humana. Es bastante sencillo de hecho invertir el planteamiento general o utilizar un método simétrico para detectar el carácter pseudo-religioso de ciertas propuestas científicas, sus tendencias a constituir formas de “religión implícita” y, de todos modos, es posible evidenciar los límites de la ciencia para resolver ciertos problemas aplazados o confiados a la esfera religiosa. Para la visión creyente no está en cuestión porqué persiste la religión, sino si y cómo puede persistir la ciencia y la humanidad si se erosiona demasiado la fe.
|