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Informazione sulla pubblicazione:
Recensione: R. Rémond, La secolarizzazione: Religione e società nell’Europa contemporanea

 
 
 
Foto Oviedo Lluis , Recensione: R. Rémond, La secolarizzazione: Religione e società nell’Europa contemporanea , in Antonianum, 74/2 (1999) p. 356-358 .
Sommario in spagnolo:

La reflexión contemporánea reconoce en la secularización uno de los contextos más importantes y determinantes de la evolución social y cultural moderna, cuyas consecuencias siguen siendo profundas en todos los órdenes de la existencia humana. De ahí la bienvenida con la que saludamos todos los estudios y aportaciones que hacen las cuentas con este difícil tema, objeto de interminables debates y de eminente interés para toda teología preocupada por su contexto y empeñada en el diálogo interdisciplinar.

La obra que comento es un ensayo de amena lectura, más orientado a la divulgación, pero no menos riguroso e iluminante. Su autor, René Rémond, es un conocido historiador de la época moderna-contemporénea, especialmente de la realidad francesa y de las vicisitudes que afectaron a las relaciones entre política y el ámbito religioso desde antes de la Revolución.

El libro consta de una introducción y cuatro partes. La introducción plantea las necesarias distinciones, los objetivos del estudio y su ámbito. La cuestión fundamental es buscar un sentido a las profundas tensiones entre religión y sociedad que han marcado el destino de la Europa actual.

La primera parte “Herencia y ruptura”, repasa los acontecimientos que llevan de las pretensiones de unidad religiosa y civil a la disociación entre “confesión y ciudadanía”, un primer paso en el largo proceso que conduce hacia la laicización de la sociedad, así como las tensiones que se viven e lo largo del siglo XIX entre tendencias restauracionistas y liberales en torno al papel de la religión en el mundo civil.

La segunda parte plantea los términos en los que se produce la llamada “cuestión religiosa”: los derechos de la sociedad civil, pero también los de las iglesias, la búsqueda difícil de independencia y los motivos de tensión: contrastes en campo moral, político y cultural. A continuación el autor revisa algunos de los escenarios más elocuentes de la crisis: las pretensiones neo-regalistas y restauracionistas en la Francia post-revolucionaria; el papismo ultramontano, sus opositores y la “cuestión romana”, así como una interesante tipología de la irreductible complejidad que asumen en los últimos siglos las relaciones entre nación y confesión cristiana, algo que perdura en muchos de los conflictos de nuestros días, especialmente cuando la pertenencia religiosa se convierte en un signo de identidad nacional (149-172).

La tercera parte examina una de las dos etapas en las que el autor divide el proceso de sucularización y que denomina “La era liberal”. Consiste en la desconfesionalización del Estado, lo que a su vez se traduce en el final de la discriminación por motivos de confesión en la mayor parte de los países europeos y en la “desmovilización del establishment” o caída de muchos de los privilegios de que gozaban las llamadas “iglesias nacionales”. La fase siguiente se caracteriza por una progresiva separación entre Estado e Iglesia, que comprende dos tendencias diversas: una más liberal o neutralista, y otra más laicista o combativa, en el sentido del “anticlericalismo” o de una hostilidad constante frente a la presencia cristiana en la sociedad. Dichas tendencias se observan en la abolición pública de símbolos y edificios religiosos, en las tensiones que se viven en el campo de la enseñanza y en la diferencia cada vez más marcada entre lo legal y lo moral, que desplaza la jurisdicción e influencia de la religión.

La parte cuarta afronta la etapa última de la secularización, que se sitúa plenamente en nuestro siglo. Persisten según Rémond elementos de la etapa anterior, como la intransigencia religiosa –por una parte- y las pretensiones regalistas de control civil de la religión –por otra-; pero al mismo tiempo se detectan algunos factores de renovación, sobre todo a partir de la experiencia de los totalitarismos y de la inevitable opción eclesiática en favor de la libertad religiosa. Por otro lado el autor destaca la ventaja que la secularización supone para las iglesias al asugurar su independencia (frente a etapas anteriores) y los procesos pacíficos que consagran en la segunda mitad de nuestro siglo una efectiva separación entre Iglesia y Estado, que coincide con la legislación sobre el divorcio y con el reconocimiento de otras confesiones e incluso de otras religiones. El autor subraya que la secularización no es sólo religiosa sino también moral y de constumbres, y se pregunta por el destino de la religión en las sociedades avanzadas de Europa, tras constatar un proceso de efectiva “marginación” de las mismas, algo que de todos modos no es unívoco ni facilita respuestas concluyentes. Esa es la conclusión del estudio: la historia demuestra la enorme complejidad que preside en la modernidad las relaciones entre Iglesia y sociedad civil, por lo que el debate sigue abierto, así como las “puestas en juego” que motiva.

El lector agradece al final la aportación amena y amble de Rémond, que plantea con claridad los conflictos que se arrastran, los excesos de las partes, la multiplicidad de experiencias que recoge la crónica en las diveras regiones europeas. También en este caso puede afirmarse que la “historia” se vuelve maestra y advertencia frente a los reductivismos y las simplificaciones a las que nos acostumbra una literatura periodística y panfletaria carente de cualquier erudición. La lectura de este libro, sin pretensiones de llegar a una conclusión o de resolver un conflicto secular, ayudará sin embargo a clarificar los términos de las tensiones y a distinguir entre los motivos de cada una de las partes.

El resultado más destacable del contenido es el mensaje implícito de una insuperable complejidad y tensión que seguramente ha sido también constructiva para la realidad europea, y no sólo una causa de destrucción, fanatismo o división. Son demasiados los datos que aporta el autor y que permiten identificar dicho aporte positivo e indiscutible a lo largo de los últimos dos siglos: la Europa que conocermos no sería la misma, y seguramente no sería mejor, sin la presencia a veces molesta, a menudo oportuna de la fe cristiana. El desafío futuro consiste precisamente en integrar dicho componente de la identidad europea sin caer en subordinaciones ni en separaciones estériles.



 
 
 
 
 
 
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