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Recensione: GIUSEPPE BUFFON, Aspetti della vita e del governo di P. Bernardino Dal Vago da Portogruaro OFM (1822 1895)

 
 
 
Foto Vàzquez Janeiro Isaac , Recensione: GIUSEPPE BUFFON, Aspetti della vita e del governo di P. Bernardino Dal Vago da Portogruaro OFM (1822 1895), in Antonianum, 73/2 (1998) p. 390-392 .
Summary in Spanish:

El ingente volumen, que me cabe el honor de presentar, se ocupa de una de las figuras más eximias de la Orden franciscana de todos los tiempos y abarca tres partes, precedidas por un amplio prólogo del profesor de la Universidad Gregoriana Giacomo Martina, quien, en su día, dirigió la tesis doctoral del A., de la que se originó esta preciosa monografía.

La primera parte (pp. 1‑137) presenta la figura del P. Portogruaro y de su obra, en visión historiográfica. Con un método excelente ‑de que hará gala en toda la obra‑, Giuseppe Buffon no sólo reúne ‑tal vez, sin omitir alguno‑ los juicios formulados sobre el personaje hasta nuestros días, sino que los analiza y los valora en relación con las situaciones históricas y con los intereses personales de los que emitieron tales juicios. Se nos da así la visión historiográfica, no sólo de un personaje, sino de toda una época, o de las diversas épocas que nos separan de él. En este sentido no deja de ser preocupante lo que el A., cerrando esta primera parte, dice que, en estos últimos años las publicaciones sobre el P. Bernardino "sembrano entrate in una fase depressiva" (p. 136). Nuestro joven historiador, tal vez por prudencia, no analiza los motivos. De todos modos, la apreciación ‑que considero justa‑ es de mal aguero, no tanto para Bernardino, cuanto para su obra: ¿es que ya no interesa para nuestra época?

De la obra de Portogruaro tratan precisamente las dos partes restantes. La segunda (pp. 139‑587) se lleva la parte del león, con 23 largos capítulos. Se intitula "L'uomo di governo" y se centra en los años 1869‑1889, durante los cuales el P. Bernardino fue ministro general de toda la Orden. Pero, en realidad, el A., con su buen método de relacionar las personas y los hechos con sus antecedentes y con sus circunstancias, nos presenta, no sólo la biografia completa de su personaje ‑de ahí que la primera palabra del título, "Aspetti", me parezca muy reductiva‑, sino también una visión concisa, pero precisa, del siglo XIX europeo desde diversos puntos de vista: eclesiástico, político, teológico, cultural, etc.; especial atención, en este sentido, le merece, obviamente, la Orden franciscana, comenzando por la provincia reformada de Venecia, de la que Bernardino fue hijo y luego ministro provincial, y continuando por las restantes provincias europeas que gobernaría y visitaría como ministro general. A excepción, ciertamente inexplicable, de España y de Sicilia, el ministro general no dejó apenas rincón franciscano en Europa sin visitar. E1 aspecto de las visitas, el más vistoso de todo el generalato, queda ricamente documentado en esta parte central de la obra.

La tercera y última parte (pp. 589‑794) se distingue de la segunda sólo por tratar de un punto concreto del tema general de gobierno: "l'uomo di governo" se convierte ahora en "promotore degli studi", como reza el título. No es la parte más amplia, pero sí la más importante, indudablemente. Bien por las visitas ‑sobre todo, cuando entonces no se viajaba en lujosos jumbos, sino en pacientes jumentos‑; bien por las circulares, llenas de doctrina y de buenos consejos. Pero con todo ello, Bernardino no hubiera salvado la Orden del calamitoso estado de ruina en que se hallaba, ni le hubiera asegurado a ella un porvenir mejor ni a sí mismo un nombre imperecedero en la historia. Ambas cosas las consiguió Bernardino fundando dos instituciones científicas: el Colegio de Quaracchi para la investigación y edición de las fuentes doctrinales e históricas de la Orden, y el Colegio de San Antonio en Roma para la debida formación de los jóvenes de toda la Orden. A sus orígenes dedica Buffon las doscientas y pico de páginas que integran los tres capítulos de esta última parte. Páginas repletas de documentación, de finos análisis y. en fin, de ponderados juicios.

Estas dos iniciativas, a mi parecer, marcan, por sí solas, el temple humano y espiritual de su autor, y esto por dos motivos: por la genialidad en concebirlas y por la tenacidad en llevarlas a cabo. Primero, por la genialidad: a cualquier superior normal parecería una idea del todo descabellada el pensar en los estudios como programa de renovación de la Orden en aquellas circunstancias en que escaseaban las vocaciones y los que habían regresado a los conventos después de la secularización pensaban más bien al "primum vivere" (p. 627). Pues bien, en esas circunstancias el general pone el estudio, no como un medio entre tantos, sino como el criterio imprescindible para discernir la vocación de los candidatos a la vida franciscana. No tiene desperdicio este texto de Bernardino, que copia el A. (p.63 1): "E ai giovani dica a nome mio che l'amore ch'essi porranno allo studio e il profitto che saranno per ritrarne varranno a farmi conoscere se sia in essi la vocazione clericale e la corrispondenza a codesta vocazione. Chi sará trovato inetto ad onta della sua diligenza agli studi, sarà giudicato perciò non chiamato a uno stato che esige la scienza congiunta alla santità. Chi, quantunque fornito di sufficiente ingegno, non studierà con amore, verrà perciò giudicato infedele alla sua vocazione, perchè trascurato il principalissimo dovere alla medesima, e perciò ributtato". Y en 1883 anuncia a las provincias que para remediar los males de la Orden "prae omnibus mediis optimam visum est, ut in hac alma Urbe...Collegium erigeretur", refiriéndose a San Antonio (p. 754). Para fomentar y discernir las verdaderas vocaciones franciscanas, Bernardino se fiaba más de los estudios que de los tests psicológicos de hoy en día.

Pero tanto o más que la genialidad, brilló en Bernardino la tenacidad y la fortaleza de ánimo para superar todas las dificultades. jY qué dificultades! La escasez extrema de medios económicos, las trampas de un arquitecto sin escrúpulos y, más que todo eso, la oposición cerrada de los ideólogos de la santa pobreza franciscana. San Antonio se convirtió en piedra de escándalo: "Contrario allo spirito francescano", "vietato dalla Regola perchè troppo suntuoso" (p. 788), gritaba todo un Marcellino da Civezza; "uno schiaffo alla povertà" (p. 787) "tremenda infamia alla povertà" (p. 793); "non è cosa lecita di depauperare l'Ordine in tutte le sue membra per conservare questo Collegio colla sua istituzione, tanto più che non è secondo il nostro stato di altissima povertà", decía sentencioso el segretario general de la Orden (p. 791); "Franciscus humilis nunquam Collegium istud aedificasset aut acceptasset", declamaba un provincial francés (p. 775). Entre tanta ideología, L. Laner, un alemán con los pies por tierra, dejó caer una gota de humor y de sentido común: "Nessun francescano è morto di fame, e non ho sentito mai che una Casa francescana abbia fallito per mancanza di mezzi. Perciò credo che possiamo andare avanti con fiducia, e sperare nella divina Prowidenza" (p. 792). Confiando también en la divina Providencia y pidiendo ayudas económicas por todas partes fue cómo el tenaz general llevó adelante los Colegios de Quaracchi y de San Antonio, dejando que los ideólogos continuasen deleitándose en el espíritu de las Florecillas.

Buffon califica, justamente, a estos ideólogos como defensores de una "povertà di facciata" (p. 792); y se pregunta: "C'è da chiedersi se con queste prospettive l'Ordine si sarebbe mai potuto riprendere dalle soppressioni, se si sarebbe mai potuto minimamente pensare ad un Quaracchi, o ad una storia dell'Ordine o ad un qualsiasi Collegio serafico" (p. 791). O, añadiré yo, a un Colegio Internacional de San Antonio, muy pronto elevado a Pontificio Ateneo Antoniano, única Universidad Pontificia ‑única, quede claro‑ de que continúa gloriándose la Orden y que debe a la genialidad y a la intrepidez de un general de hace un siglo .

La obra del amigo Giuseppe Buffon, además de excelente, es oportuna ­y lo hubiera sido más de haber sido publicada diez o quince años antes‑. La obra refresca la memoria histórica de una realidad que, acrecida, forma parte de nuestra vida actual. Es de esperar y desear que esta obra estimule también a la fidelidad histórica, la cual ayuda a evitar la deformación de los hechos.

Mi más sincera felicitación al joven historiador del Antonianum por su espléndido trabajo.



 
 
 
 
 
 
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