Oviedo Lluis ,
Recensione: Heinrich Ott, Apologetik des Glaubens. Grundprobleme einer dialogischen Funda-mentaltheologie ,
in
Antonianum, 71/1 (1996) p. 124-126
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Sommario in spagnolo:
Sorprende la obra de Ott, quien en sede protestante intenta devolver una dignidad y rigor a la « apologética », haciendo de ella la verdadera dimensión de la teología fundamental. Puede entenderse como un síntoma de cierta recuperación de ese tema, después de años de extrañamiento y olvido; de hecho no es el único que reivindica la necesidad de la instancia apologética dentro de la reflexión y la praxis cristiana (véase por ejemplo J.L. Marión, Prolégomenes á la charité, 1986). Lo más significativo de este inesperado retorno de la apologética es que se produzca en un ambiente fuertemente condicionado por distintas versiones del « fideismo teológico », o de la renuncia a plantear la cuestión de la fe cristiana en el mismo campo que la reflexión racional, acentuando más bien el carácter inconmensurable de la experiencia cristiana, especialmente en relación a los intentos de apropiación intelectual. Esa tendencia ha afectado a una parte de la tratadística de la teología fundamental desplazando o relativizando la importancia de la cuestión de la justificación de la fe en el campo de la razón, que fue el sentido principal de este tratado, o al menos de su origen.
Ott ha escogido el paradigma personalista del diálogo como escenario desde el que presentar su discurso sobre la fe, y no ha eludido algunas de las objeciones más importantes que plantea la crítica contemporánea a la religión, ni tampoco las dificultades mayores a la hora de pensar la fe, el misterio de lo divino o nuestro acceso al mismo.
La apologética dialógica que el autor pone en marcha tiene al menos dos sentidos: por una parte traduce la voluntad de tomar en serio al interlocutor del discurso sobre la fe como sujeto personal, y no como destinatario de ataques u objeto de defensa, y por otra intenta mostrar una vía dialógica-personalista de lo religioso, en el sentido de una experiencia de fe que es encuentro con y confianza en otro Ser personal, y no sólo un conjunto de convicciones sobre el Ser de Dios y su manifestación, que deban ser afirmadas y defendidas ante el foro de la razón. Desde esta doble dimensión de la « apologética dialógica » el autor está convencido de poder renovar una forma de presentación de la fe apoyada en la fuerza del argumento, que al mismo tiempo reivindica su fuerza comunicativa, y su fidelidad al núcleo vital de lo que anuncia.
En cuanto al contenido, son cinco los grandes temas que afronta el libro: « dar cuenta » (Rechenschaft), personalismo, misterio, verificación, y comprensión.
El « dar cuenta » se refiere a la exigencia de la primera epístola de San Pedro: « estad siempre dispuestos a dar cuenta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza » (1 Pe 3,15). Este corto apartado (9-17) afirma la necesaria conexión entre la dimensión existencial y la cognoscitiva-científica en el campo teológico, y como el « dar cuenta » implique ante todo una tarea de clarificación conceptual que evite la excesiva abstracción o la incomprensibilidad de las aseveraciones teológicas.
El segundo capítulo, (18-66) se dedica al personalismo teológico. Un primer sentido del término se refiere al carácter estrictamente personal de la fe (Lutero). Una de las intervenciones de interés se dedica a recoger y afrontar las objeciones de H. Albert y de su programa del « racionalismo crítico », mostrando como este programa sea totalmente inadecuado a las exigencias de la vida personal y de la relación dialógica, a las que se conecta la fe religiosa. Otro de los temas importantes en este apartado es la revisión personalista de la cuestión de la fe fiducial y la fe de contenido, a partir de una acentuación del carácter existencial de la experiencia de fe en términos cercanos a Rahner, y que quieren ir más allá del dilema entre intrin-secismo y extrensicismo; con ello se pretende implicar también la dimensión social, a partir de cierta « hermenéutica social ».
El tercer gran tema es el tratado de Dios, que titula « Mysterium » (67-98). El autor insiste en la necesidad fundamental-teológica de no eludir la cuestión de Dios, o de no volver demasiado subjetivo su estudio; en ese sentido hace una arriesgada apuesta al afirmar que la concepción personalista más adecuada de Dios sea la propia de la « teología negativa », es decir, que el ser humano llamado a relacionarse con Dios de forma personal se encuentra con el Dios-misterio, de la diferencia y de las paradojas, como la respuesta más significativa, incluso en medio de una « historia salvífica », uno de los tópicos teológicos que el autor pretende revisar.
El cuarto apartado se titula « Verificación » (98-159) y toca uno de los más difíciles puntos de la apologética contemporánea, especialmente después de Wittgen-stein. El autor es consciente de la dificultad que implica acentuar la dimensión del « misterio » divino, y pretender una vía de verificación de la fe; en todo caso esa vía no puede recorrerse a partir de una consideración proposicional de las afirmaciones de fe (frente a las dificulatades surgidas en el ambiente de la filosofía analítica), sino de su carácter dialógico, es decir, de su capacidad para suscitar un diálogo que pueda comunicar las realidades existenciales de la vida humana. Aunque esa idea plantea muchos problemas, como la relación entre « verdad intrínseca » y « extrínseca », el autor insiste en que desde ese punto de vista puede y debe afirmarse la cientificidad del discurso teológico.
El quinto y último apartado se dedica al tema de la comprensión del mensaje (160-180); en él se delinea una concepción de la tarea teológica como hermenéutica entendida como diálogo que trata de dar sentido a la historia, a partir de « experiencias primarias ». Ese criterio se aplica sobre todo a la interpretación bíblica, que debiera alumbrar el sentido en el marco de esa hermenéutica universal en grado de proseguir el diálogo sobre la verdad de la existencia.
La obra de H. Ott debe ser acogida como uno de los más saludables intentos en tiempos recientes de restablecer el carácter apologético de la reflexión teológica. La gran coherencia de la exposición, la audaz confrontación con diversos ambientes críticos en relación a la fe cristiana, y la línea de respuesta ofrecida, hacen de éste libro una obra de gran valor a la hora de repensar aquella dimensión del discurso creyente, que es reflexión, anuncio y diálogo. Ciertamente apreciamos también el carácter ecuménico de esta obra, que recoge aportaciones de todas las partes y pone la cuestión ecuménica en el centro de su estudio. Nos gustaría de todos modos poder « dialogar » con el autor con mayor amplitud, poder afinar mejor algunas de las notas que toca; son ciertamente demasiado amplias ciertas cuestiones, como la que retorna sobre la dimensión subjetiva y la objetiva de la fe en relación al esquema del « diálogo »; el peligro de una desvalorización del principio cristológico de encarnación; aparte de las cuestiones eclesiológicas, que se refieren a los límites y posibilidades reales del diálogo, y que apenas han sido tocadas. En ese sentido un mayor « realismo » sería importante a la hora de profundizar el discurso apologético, que no debería ignorar los muchos obstáculos y dificultades a la hora de erigir el « diálogo » en punto de vista o criterio de observación de la oferta cristiana de verdad.
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