Oviedo Lluis ,
Recensione: V. CESAREO, R. CIPRLANI, F. GARELLI, C. LANZETTI, G. ROVATI, La religiositā in Italia; F. GARELLI, Forza della religione e debolezza della fede; L. DIOTALLEVI (ed.): Chiesa e societā in Italia ,
in
Antonianum, 71/4 (1996) p. 735-739
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Sommario in spagnolo:
La sociologia de la religión pasa actualmente en Italia por un momento especialmente fecundo, a lo que contribuye de forma especial la redente macroencuesta sobre la situación religiosa, creencias y valores de los italianos, dirigida por la Universidad Católica de Milán. En torno a los resultados de dicho estudio (que comprende 312 cuestiones sobre un campo de 5.000 encuestados) se orientan los dos primeros libros anunciados, que ofrecen sus análisis sobre los aspectos más relevantes de la componente sociológica de la religiosidad italiana. El estudio es por tanto de carácter fundamentalmente empírico, lo que no impide que muchos de los autores den pasos más allá del simple comentario de los datos y aporten interpretaciones teóricas de gran valor. Seguramente quien más se ha aventurado en dicho terreno ha sido F. Garelli con su ensayo Forza della religione e debolezza della fede. El último de los libros señalados es una colección de artículos publicados en los últimos años, de orientación mucho más teórica, sin prescindir de la referencia a la realidad empírica.
La encuesta de la Universidad Católica de Milán sobre la Religiosidad de los italianos ha sido recogida con detalle en la obra colectiva que abre nuestro elenco. El libro es de gran utilidad para todo observador de los procesos religiosos en el momento contemporáneo; algunas razones de peso son: la especificidad del fenómeno religioso en Italia, que aún siendo uno de los países más industrializados y avanzados del mundo (entre los siete primeros) mantiene unos indicadores muy altos tanto a nivel de creencias como de prácticas (un caso quizás sólo comparable a los Estados Unidos de América), lo que contradice la llamada «tesis de la secularización», que se empeñaba en asociar los procesos de modernización a la desaparición de la fe. Otro dato importante es que, dada la abundancia de los datos que aporta la encuesta, es posible relacionar creencias, valores, prácticas y situaciones vitales, lo que permite una mejor «observación» desde el punto de vista sociológico; un interés que debe ser extendido a quienes se ocupan en el seguimiento de los «contextos» de la fe cristiana, que se detectan a través de las respuestas de los encuestados. Los aspectos metodológicos, la elaboración del cuestionario, las completas tablas que aporta en su apéndice, son otros elementos de interés y marcan un cierto modelo para posteriores trabajos de este tipo, en Italia o en otras regiones de características similares. Por último hay que tener en cuenta que el estudio presentado reúne a algunas de las figuras centrales de la sociología de la religión en Italia, lo que ayuda a pulsar las orientaciones de dicha disciplina en el país subalpino y a compararlas con otras corrientes dentro de dicha ciencia.
La obra se distribuye en torno a los siguientes autores y temas:
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F. Garelli comenta en sendos capítulos (1, VI) los rasgos más importantes de las «creencias y experiencia religiosa» y de la representación de la «Iglesia»; se destaca la fuerza que todavía tienen las creencias fundamentales, al tiempo que se señala la erosión de las ideas tradicionales en el campo escatológico. También recoge la importancia de la experiencia religiosa personal que se expresa sobre todo en la «cercanía de Dios» y la pluralidad de posiciones respecto de la Iglesia, que en general convergen en una revalorización de la parroquia.
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C. Lanzetti ofrece el capítulo metodológico, y otros dos dedicados al comportamiento religioso y a la dialéctica entre innovación y conservación (II, VII). Según el autor la religiosidad de los italianos responde mayoritariamente a un modelo eclesial, aunque con aperturas significativas en el sentido del pluralismo religioso, de concepciones más inmanentistas y de una religiosidad más vaga y genérica.
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R. Cipriani se ha ocupado de las cuestiones de la pertenencia religiosa (111) que concreta en la propuesta de una tipología de seis modelos o tipos ideales que ayudan a distinguir diversas formas de relación con la religión, según el mayor o menor grado de adhesión a las instituciones que la mediatizan.
- G. Rovati ha escrito dos capítulos (IV, V) dedicados a las cuestiones éticas o de los sistemas de valores y a las orientaciones políticas, de gran relevancia en el pasado del catolicismo italiano; el autor expone las incoherencias entre el ámbito ético público y privado que dominan la opinión de muchos de los encuestados, al tiempo que evidencia una orientación masiva en favor de la familia, como preocupación centra] y de los valores asociados al «amor» y al «trabajo» (197). En lo político se destaca el pluralismo de los católicos actuales que de todos modos consiente alguna reagrupación hacia el «centro».
Un juicio espontáneo al final de la lectura del libro es que, a la luz de los datos que aporta, se confirman muchas de las percepciones ya comunes en torno a la cultura y a la religiosidad actual, sus tendencias y dificultades. Sin embargo las cifras ayudan a redimensionar las cosas en un sentido que a menudo contrasta con los temores de unos y las espectativas de otros. La encuesta reproduce una realidad bastante fiable que difiere, en ocasiones de forma sustancial, de la realidad que reflejan los medios de comunicación social, sus agentes de opinión o los intelectuales «de moda». Dicha diferencia no debe ser descuidada por su relevancia didáctica respecto de las cuestiones contextúales en el ámbito teológico: la sociología más empírica aporta por ello una guía más realista del contexto social, que completa la percepción de las tendencias culturales, así como son presentadas o fabricadas en distintos ámbitos de su producción, y que ayuda a redimensionar el alcance de las «formas culturales». Es por dicho motivo que la obra que comentamos debe ser estimada como altamente valiosa, no sólo para los sociólogos, sino para teólogos y pastores, que pueden servirse de ella para ajustar su representación del ámbito desde el que razonan la relevancia de la fe (los primeros) o al que dirigen su anuncio (los segundos).
Sólo hay que lamentar que la obra no haya dado ocasión para profundizar debates dentro del panorama de la disciplina por parte de los expertos autores que han conducido la investigación (como por ejemplo en torno a la cuestión de la secularización). Seguramente se trata de un límite autoimpuesto. No obstante hay que reconocer que los autores introducen siempre sus estudios con observaciones destinadas a situarse dentro de los debates que hoy orientan la producción sociológica. Hay que agradecer, por ejemplo, a R. Cipriani su sintética discusión con el prof. P.L. Berger y otros en torno a la cuestión de la pertenencia (139 ss.).
Esta carencia es obviada en estudios individuales como el de F. Garelli que figura a continuación del ya comentado. El autor aprovecha el material de la encuesta de la Uinversidad Católica de Milán para ofrecer algunas interpretaciones a partir de los propios criterios del trabajo sociológico. La tesis central se expresa en el título del libro: Fuerza de la religión y debilidad de la fe; o en otras palabras: la religiosidad en Italia muestra el contraste entre la búsqueda de la experiencia religiosa en un sentido muy amplio, y su concreción, que a menudo no llega a un modelo coherente, orgánico y comunitario, en el sentido que marcan los parámetros de la «fe cristiana». Dicha tesis se expone fundamentalmente en los dos primeros capítulos (pp. 13-58), y se repropone bajo nuevas fórmulas; una de las más sugerentes es la llamada «incongruencia religiosa del catolicismo italiano» (121).
Es conveniente pasar revista a algunos de dichos signos de «incongruencia» que preocupan al autor. En primer lugar estaría el desplazamiento que observa hacia una «Iglesia de servicios» de amplia difusión en la sociedad, de carácter casi imprescindible, pero que cada vez se ve más desprovista de su relevancia específicamente religiosa, para convertirse en una instancia de apoyo social y humano. La debilidad de la fe se observa igualmente en la constatación de los déficits más que patentes en la moral pública (corrupción, evasión fiscal, abusos a la administración...) que contrastan de manera estridente con el aparente nivel de afirmación católica (27). A ello se añaden razones que van del carácter cada vez más «tradicional» o «habitual» del cristianismo en Italia y la consiguiente pérdida de identidad, en el sentido de no marcar diferencias ni distinciones entre lo cristiano y lo no cristiano, a lo que contribuye no poco una cierta «banalización» por parte de los «media». Otro síntoma de la pérdida de identidad que el autor analiza son los desplazamientos del voto católico hacia la derecha, que implicaría una incoherencia entre los mensajes de la fe y su traducción práctica (48). Para el autor estos indicios ponen sobre el tapete la cuestión del sentido del cristianismo en la modernidad y su destino paradójico y minoritario, cuando sus objetivos implican una conciencia distinta y a menudo «contracorriente» (34). «Hay demasiado catolicismo en Italia» se lamenta el autor para que pueda constituir una referencia significativa para los individuos (28).
Garelli nos introduce con sus opiniones en un debate de cierto calado que merece atención. Seguramente entre lo más discutible figuran sus opiniones sobre la orientación política de los católicos y la identificación del voto hacia la derecha con intereses más egoístas y menos solidarios, o en otros términos «menos cristianos». Muchos podrían disentir de una tal opinión que establezca de nuevo una especie de correlación entre fe y orientación política; sea por la desideologización de la política, y su carácter meramente agonístico, sea por el innegable pluralismo de los electores cristianos, que se orientan desde criterios de difícil cualificación moral, resulta difícil asociar el voto de derechas a un egoísmo pragmatista, signo de las inconsecuencias de los católicos italianos.
Otro problema más interesante si cabe es el de la relación entre modernización y procesos secularizadores. Garelli parece inclinarse a la vista de los datos hacia la tesis tradicional: las regiones menos avanzadas representan las cuotas más elevadas de religiosidad (123; véase también en la obra colectiva antes comentada, 65). El autor especifica de forma más bien vaga el tipo de religiosidad que abunda en las zonas menos desarrolladas: ligada a la tradición o a creencias ambientales de una «religiosidad difusa», lo que seguramente recaería en las críticas que ha formulado de incongruencia. Por otra parte, Italia representa un interesante caso de estudio precisamente por el mantenimiento de indicadores de fe cristiana en zonas de gran industrialización y modernización, que pone en cuestión algunas de las convicciones de la sociología que apostaba por la secularización irremediable. La cuestión de fondo que Garelli trata de afrontar es si dicho «retorno de lo religioso» se inscribe en el capítuto de la «religiosidad» poco exigente, curiosa o simplemente neo-tradicional, o si pueden detectarse signos de una inversión de tendencia que afecten a la formación cristiana, a los baremos morales, a la participación y a la configuración de la comunidades. Algunos autores piensan que sí es posible detectar una tal tendencia (como se verá a continuación). Los próximos años debieran permitir una profundización en el debate, sin duda necesario en vistas a esclarecer el sentido de la evolución en el ámbito religioso.
Por último la cuestión de la identidad del catolicismo es una de las más difíciles y que trasciende el nivel meramente sociológico. El autor hace muy bien en suscitarla dentro de los límites de la relación entre cristiano y sociedad; hay que preguntarse sin embargo por el alcance y posibilidades expresivas del pluralismo católico, especialmente a la luz de otros factores positivos, como la estimulante concurrencia de carismas y grupos, que sustituye dentro del ámbito católico la concurrencia que en otras regiones (como los U.S.A.) se produce entre distintas confesiones cristianas.
Estos temas han sido subrayados desde otra perspectiva por L. Diotallevi y los colaboradores en la obra colectiva Chiesa e societá in Italia., que figura en el tercer puesto de nuestro elenco. Se trata de una serie de artículos previamente publicados en la revista Quaderni di Azione Sociale entre los años 1992 y 1995 por algunos de los más conocidos sociólogos de la religión italianos (alguno ya citado, corno C. Lanzetti). Los temas fundamentales son las tendencias y contratendencias de la secularización (E. Pace, L. Berzano, S. Abbruzzese, L. Diotallevi) y las relaciones entre cristianistmo y modernización (G. Brunetta, S. Martelli, G. Angellini). En realidad, como afirma el editor de la obra, se trata de dos cuestiones íntimamente vinculadas desde el punto de vista de la teoría de la sociedad (246 s.). Los estudios señalados revisan el tema teórico central de la sociología de la religión - modernización y secularización - dentro del cuadro histórico y territorial italiano, evitando hablar en abstracto y remitiéndose siempre a los datos empíricos a la hora de formular sus interpretaciones. En general se expresa la insatisfacción ante el paradigma tradiciotial de secularización y se vislumbran formas interesantes de vivencia religiosa y líneas de tendencia del cristianismo en las diversas zonas del país.
Una cuestión de gran interés es la suscitarla por L. Diotallevi en el capítulo conclusivo, en el marco de una revisión de las relaciones entre la Iglesia italiana y la nueva realidad social y cultural. El autor propone un modelo de comprensión de esas relaciones a partir de la categoría de «adecuación», que discriminaría entre formas de cristianismo que logran mantenesse y crecer en un ambiente secularizado y formas que presentan dificultades. El análisis empírico de indicadores como las vocaciones religiosas y sacerdotales en distintas diócesis - aparte de otros datos -permite componer una cierta «tipología», que muestra de forma sorprendente una mejor adecuación de la Iglesia en zonas del norte de Italia, frente a regiones tra-dicionalmente más religiosas (294 ss.), es decir: la inversión de tendencia respecto de la situación que se contempla en otras latitudes. Sería deseable que el paradigma fuera ulteriormente desarrollado, dada su gran utilidad en la observación de los procesos religiosos en la modernidad, se incorporaran otros indicadores y pudiera ofrecer algunas orientaciories sobre las formas optimales de «adecuación» eclesial. Por ahora el autor se detiene sobre todo en los aspectos organizativos de la entidad diocesana y parroquial, así como en la celebración de sínodos diocesanos. Seguramente se podrían añadir factores como: la catequesis, la organización pastoral, los grupos eclesiales, los niveles de formación y otros. En esa línea la sociología de la religión puede prestar un inestimable servicio a la teología práctica, e incluso proveer un valioso instrumento de valoración aplicable a la crítica de las producciones teológicas (que también pueden ser observadas desde dicho criterio: adecuadas/no-adecuadas para la pervivencia de la fe en la modernidad).
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