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Recensione: Hendrik Berkhof, 200 Anni di teología e filosofía. Da Kant a Rahner

Se trata de la traducción italiana de la obra alemana 200 Jahre Theologie. Ein Reisebericht de 1985. La intención del autor pues no es otra que facilitar una «guía de viaje» que permita al lector transitar con cierta comodidad por los cami­nos de la teología moderna y contemporánea. Como toda guía establece áreas de interés, presenta los lugares que deben ser visitados y ayuda a seleccionar entre distintas posibilidades de recorrido. Toda guía refleja la sensibilidad de su autor, tiene siempre algo de subjetivo, obedece a un programa: las que lo hacen explícito sin complejos son las mejores, las que intentan ocultarlo y pretenden ser una mera descripción de monumentos resultan frías y aburridas. La presente historia de la teología moderna no esconde su programa: mostrar las dificultades que ha tenido que afrontar la reflexión cristiana para poder hacerse relevante en el contexto de la cultura moderna y científica. El viaje es por tanto cuesta arriba, casi de esca­lada, señalando vetas y apoyos, y mostrando también las vías que no pueden ser transitadas si se desea llegar a la cumbre.

El viaje comienza con Kant, lo cual es ya una opción consciente e intencio­nal: se marca un límite por debajo respecto de lo que podría ser considerada teo

logia moderna (¿por qué no empezar a partir de Descartes, Pascal, Leibniz o Fe-nelon?). Con Kant las dificultades modernas se vuelven más explícitas de cara a la reflexión teológica, y también los intentos de solución, las líneas que después de­terminarán el pensamiento de Fichte, Schleiermacher y Hegel.

Revisando el índice de la obra podemos seguir el plan del viaje: después de los grandes del idealismo alemán se pasa a Kierkegaard, a la teología anglicana — con particular énfasis a Newman —, a la teología en los Países Bajos; siguen Rit-schl, Martin Kahler — un ejemplo del paradigma conservador —, Herrmann y Troeltsch, para terminar en la teología dialéctica: Bultmann y Barth, junto a sus seguidores. Después de tan claros paisajes en la región de los protestantes, se atraviesa una frontera para visitar, como una especie de pequeño valle de paso (pp. 289-319) la comarca de los católicos — Blondel, de Lubac y Rahner —, para terminar en la teología norteamericana, con especial mención de Tillich. La guía tiene una conclusión con las impresiones del viaje, y ha sido completada en su edición italiana por dos capítulos dedicados a la teología protestante francesa (de André Gounelle) y a la teología evangélica en Italia (por Sergio Rostagno).

Ciertamente la selección de los lugares a visitar ha sido muy condicionada por el programa del autor, que deseaba ante todo rememorar los lugares del en­cuentro entre el pensamiento cristiano y la modernidad a partir del idealismo ale­mán. De ahí la preferencia — no excluyente, el autor es holandés —, por el ám­bito alemán, y protestante, aunque reserve un pequeño espacio para la teología católica, en cuanto se ha insertado en la problemática de las relaciones entre re­velación cristiana y condiciones del mundo moderno.

Hay que reconocer en el libro que comentamos en primer lugar el estilo vivo, biográfico en ocasiones, ameno siempre, en que ha sido escrito: ciertamente se ajusta al esquema de la guía de viaje que anticipa o bien comenta los lugares a vi­sitar, su interés. Algunos autores han sido magistralmente tratados, en especial Schleiermacher, Kierkegaard y Barth. La interpretación que ofrece del primero trata de salvarlo de las acusaciones de «liberalismo», mostrando su clara orienta­ción evangélica y su oposición a las ambigüedades del idealismo. Kierkegaard aparece como complemento del esfuerzo de Schleiermacher, como crítica profé-tica de la razón y experiencia pneumatológica de la fe, a partir de una lectura bar-thiana del mismo. De Barth se recuerda cómo su producción sea inseparable de las experiencias del primer momento, de su apasionada relación con la cultura de su tiempo, así como su crisis.

Nuestra objeción crítica se orienta más bien a partir de un prejuicio del autor, para el que el pensamiento moderno es «diametralmente opposto» al men­saje de la revelación cristiana, tal como él lo entiende (p. 8) Se trata de una pre­misa que marca el itinerario recorrido, y que en el capítulo conclusivo pp. 373-389) encuentra confirmación y expresiones aún más radicales. Se reconoce incluso que no se ha logrado alcanzar el objetivo del diálogo con el mundo moderno: hacer comprensible el Evangelio en su mundo (p. 384). Ese pesimismo, fundado tanto en la crítica a la corriente liberal como a la conservadora, encuentra una que ha asumido la teología católica a partir de Tomás de Aquino, como el mismo autor indica. La alternativa católica de hecho, se niega a ver la relación con el mundo sólo a partir de la categoría del contraste y la cruz, y es menos pesimista en la comprensión del significado de la cultura y de la incidencia de la experiencia religiosa, aunque sólo sea como «esperanza».

Ciertamente el ambiente de secularización de las sociedades avanzadas hace precipitar nuestros juicios sobre la índole de la cultura que está en su base; pero un análisis más lúcido debería mostrar en esas sociedades numerosos puntos de convergencia con el mensaje cristiano y no pocos estímulos para una recuperación de la experiencia religiosa. El diálogo con esa cultura sigue siendo un desafío, que hace todavía más urgente la tarea apologética, que debería ante todo contar con el camino ya hecho, y con el auxilio de las ciencias humanas y, sobre todo, de la filosofía de la religión, cuyo valor Berkhof nos ha ayudado a redescubrir.