Larranaga Tomas ,
Recensione: S. Antonio María Claret, Escritos espirituales, ed. preparada por J. Bermejo ,
in
Antonianum, 65/4 (1990) p. 682-683
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Summary in Spanish:
Sin duda son importantes estos escritos para conocer al santo: son muestra concreta de su celo apostólico y de su espíritu de iniciativa para buscar remedios prácticos a los problemas religiosos y pastorales de su tiempo, con tantas propuestas concretas de fórmulas y de subsidios religiosos o ascéticos de toda índole; y reflejan objetivamente su propia espiritualidad, de la que estos escritos son fruto y expresión. El editor los presenta muy bien, con numerosas notas en que se precisan las fuentes, se resuelven eventuales dificultades de interpretación o de sentido y, muchas veces, se hacen referencias interesantes a la espiritualidad personal del santo.
Justamente, por este fondo personal y a veces hasta autobiográfico de estos escritos, a la presente edición precede un estudio del P. A.A. Ortega sobre la «trayectoria espiritual de S. Antonio María Claret» (pp. 9-64). Y, para ulteriores profundizaciones, se incluye también una amplia bibliografía de estudios claretianos (pp. 65-70).
Los propios escritos de Claret responden efectivamente a objetivos pastorales del autor, que los redacta con estilo fácil y fluido, apoyándose en su amplia erudición «sagrada». Por este carácter eminentemente prático, son escritos breves y sencillos, destinados a la lectura espiritual con que alimentar la piedad cristiana. Vienen clasificados en dos categorías: en la parte I, los que se refieren a la espiritualidad seglar, para el uso de los cristianos en general; en la parte II, los destinados a los sacerdotes, expresando por consiguiente una espiritualidad sacerdotal.
Todo ello, obviamente, responde al espíritu religioso de su tiempo: el siglo XIX. Y se resiente de ello, en orden a su aprovechamiento en el contexto actual. Con toda la admiración debida al santo, que tanto se empeñó en responder a las necesidades de sus gentes, ahora muchos fieles y sacerdotes sentirán como bastante extraños para hoy muchos de estos elementos: consideraciones tan negativas sobre el hombre (p. 88), una meticulosidad demasiado formalista en muchas prácticas de piedad que antes fueron usuales (pp. 198-200: el reloj de la Pasión) y el convencionalismo artificioso de muchas devociones (p. ej. según los días de la semana: p. 91 sobre los dolores de María; p. 292s sobre otras devociones), una insistencia sistemáticamente ascética (p. 185: la mortificación de las pulgas), el modo de razonar con acumulaciones totalmente acríticas de simples citas de la biblia o de la tradición (pp. 445-449: sobre la Inmaculada Concepción). Da la impresión de un sistema voluntarístico para forzar la perfección a golpes de propósitos, actos, fórmulas....
Es normal que la visión teológica de fondo corresponda a un pasado que ahora sorprende nuestra sensibilidad teológica y espiritual, como cuando presenta las maldiciones del A.T. para explicar calamidades públicas como la peste (pp. 221s), y cuando insiste, por consiguiente, en la necesidad de «calmar la divina iusticia» (pp 227-234). ¿No entrará en esta línea el fenómeno místico, en el que tanto se insiste, de la conservación de las especies sacramentales en el «pecho» del santo? El respeto mismo al santo, fiel a su época, puede exigir explicaciones actualizadoras, como algunas — francamente insuficientes a mi parecer — que ya se han incluido (p. ej. en la p. 314s nota 279; en la p. 493 nota 6).
Una detalle de error tipográfico: en la p. 3 se asignan dos fechas de ordenación sacerdotal; la primera corresponde sin duda a la ordenación de diácono.
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