Inizio > Pubblicazioni > Vazquez Janeiro Giovedì 21 novembre 2024

Informazione sulla pubblicazione:
Recensione: José Ignacio Tellechea Idígoras, Bartolomé Carranza. Mis treinta años de investigación. Lección inaugural del curso académico 1984-1985

 
 
 
Foto Vazquez Janeiro Isaac , Recensione: José Ignacio Tellechea Idígoras, Bartolomé Carranza. Mis treinta años de investigación. Lección inaugural del curso académico 1984-1985, in Antonianum, 60/2-3 (1985) p. 538-539 .
Sommario in spagnolo:

Fray Bartolomé Carranza, fraile dominico del siglo XVI, teólogo de Trento y primado de España, y J.I. Tellechea, catedrático de la Universidad Pontificia de Salamanca, forman algo así como un binomio ideal, cuyos términos son inseparables, como lo son, en una epopeya, el héroe y su cantor. Cierto, diversamente de lo que hizo Homero con Ulises, Tellechea no tuvo que crear a Carranza, pues se trata de un héroe de carne y hueso, pero sí tuvo que re-crearlo, traerlo de nuevo a la vida, restituyéndole a su propio y verdadero ser. Carranza pasó los últimos diecisiete años de su vida y de su pontificado primacial aherrojado en las cárceles in­quisitoriales, privado de su libertad y, por tanto, de su propio ser. Todo por ser fiel a la verdad y a sus fueros. Desde hace treinta años, Tellechea, rompiendo el silenzio — casi total — de los últimos cuatro siglos, se propuso descubrir « la verdad » del caso-Carranza. La operación — titánica operación — está dando sus resultados. Sus 111 y pico de monografías documentales y documentadas, como otros tantos reflectores, nos per­miten contemplar ahora un Carranza más auténtico, y su contorno bastante diverso.

¡La verdad! ¡la búsqueda de la verdad! ¡los caminos de la verdad! ¡los fueros de la verdad! ¡Qué temas de reflexión más acuciantes para una comunidad universitaria como la salmantina, « ayuntamiento de maestros y alumnos », unos y otros empeñados por vocación en buscar, aprender, profesar y defender la verdad! Y eso fue precisamente lo que Tellechea les propuso en lección memorable y con esa maestría que le viene por ser hombre de muchos saberes, y que sabe, además, decirlos. «Quisiera —dijo, dirigiéndose a los jóvenes — que este camino sencillamente narrado os sirviese de luz y de aliento. Este es el meollo de la lección magistral» (p. 62). Una apasionada invitación a amar la verdad; una metodología para descubrirla; una De ratione discendi atque docendi, como diría con título latino otro ilustre maestro salmantino del tiempo del Humanismo.

Como en los días de Carranza, así también en los nuestros, la verdad continúa siendo obstaculizada, siempre por culpa de eso que Tellechea llama en otra parte  «los  tiempos ».  Pero  con  una  diferencia:   los   de Carranza,  porque   eran   «tiempos   recios»;   los   nuestros,   porque   son «tiempos flojos». Sí, una flojera general —  «cuneta  fessa»,  dice  Te­llechea, copiando de Tácito — es hoy la gran enemiga del amor apasio­nado por la verdad,  del  estudio   serio,  del  trabajo  continuado,   de   la ivestigación fatigosa. Para  prevenirla  o  para  extirparla,  la   «lección » de Tellechea es altamente recomendable. A todos hará algún bien:   a los le sólo la lean, agradará;  a los que, además,  la entiendan,  enseñará.



 
 
 
 
 
 
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