Vazquez Janeiro Isaac ,
Recensione: DAMIATA M., Guglielmo d'Ockham: Povertá e potere. I. II problema della povertá evangélica e francescana nel sec. XIII e XIV. Origine del pensiero político di G. Ockham,
in
Antonianum, 56/1 (1981) p. 255-258
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Sommario in spagnolo: El contenido de este libro está reflejado en el segundo título. En efecto, los diez primeros capítulos están consagrados al problema de la pobreza evangélica y franciscana en el siglo XIII y XIV; el undécimo, último, está dedicado al « origen del pensamiento político de G. de Ockham ». Todo el volumen no es sino una introducción al tema central que el A. piensa desarrollar en un segundo volumen: « Pobreza y poder » o «el poder como servicio » en el « Venerabilis Inceptor ».
La pobreza puede considerarse como virtud, como necesidad o también como problema. El A., estudiando la pobreza en la Orden Franciscana durante su primer siglo, la considera obviamente en el último aspecto, o sea, como problema: «II problema de la poverta evangélica e francescana nel secólo XIII e XIV ». Pero el problema de la pobreza es diverso según que se lo proponga la Orden Franciscana o cualquier otro organismo, por ejemplo, la FAO. La FAO se propone la pobreza como problema, en cuanto que considera la pobreza come una plaga que hay que eliminar. La Orden Franciscana, en cambio, consideró siempre la pobreza como ideal de perfección, como vivencia que forma parte de su cotidiano existir. Y ¿ dónde está aquí el problema? El problema, si es lícito expresarlo en pocas palabras, se plantea cuando se cuestiona si la pobreza tiene que ser o no absoluta y radical, y si ese ideal y esa vivencia constituyen o no la única, esencial y exclusiva razón de ser y de existir del franciscanismo.
En los once densos capítulos de su libro el A., desde una óptica espiritualística, va estudiando minuciosamente, por una parte, los personajes, los grupos, las circunstancias, tanto internas como externas, que favorecen el ideal de una absoluta pobreza evangélica y franciscana, y, por otra parte, y en contraposición, las fuerzas que de una manera o de otra impiden la perfecta realización de ese ideal radical en la Orden. Con viveza de argumentación y riqueza de expresión expone el problema en forma de un drama que arranca de la misma persona de Francisco y que se convierte en tragedia, un siglo más tarde, en la persona de los espirituales.
En el cap. I, después de exponer « il sentimento della poverta in san Francesco », que constituye el « incanto » suyo y de sus primeros discípulos, y es la base de la « perfetta letizia » en que viven, el A. analiza las fases del « dramma di san Francesco » — « si trattó di un autentico dramma» (p. 21) —, que se inicia a su regreso del Oriente, se acentúa con la composición de la Regla bulada — « maggior pena egli soffri» (p. 22) —, y se consuma con la redacción del «Testamento: accettazione e nostalgia» — « ci si trova perció in pieno dramma » (p. 25) —; las últimas páginas de este capítulo están dedicadas al « Sacrum commercium: idillio e tre-pidazione » — que el A. sitúa « nei primi anni dopo la morte del Santo, se non addirittura nel 1227 »! (p. 31) —. Los capítulos siguientes describen las fuerzas de la oposición, internas y externas; internas: «l'impetuoso e contestato sviluppo deH'Ordine », que comportaba un peligro para la pobreza evangélica y franciscana concretizado, no sólo en la persona de « Frate Elia: potenza e magnificenza », sino también en las nuevas exigencias que surgían de mayores conventos, dedicación al apostolado y al estudio, así como también en la tentación de imitar el modelo dominicano; externas, constituidas por la oposición del clero secular y por los maestros parisienses. En el cap. IV se sintetiza el pensamiento de las exposiciones de la Regla de los cuatro Maestros y de Hugo de Digne, así como el de las declaraciones pontificias, las cuales están «tra difesa e riduzione della povertá francescana ».
El cap. V recoge la formulación doctrinal del concepto de pobreza evangélica en los grandes teólogos (Tomás de Aquino, Buenaventura y J. Peckham) y permite saborear «il gusto della povertá » contenido en la Meditado pauperis in solitudine. Los cuatro siguientes nos hacen asistir a la tremenda transformación del drama en tragedia: funesto connubio entre pobreza franciscana y joaquinismo, los « espirituales », sus amigos y desertores (A. Pelagio), la magna disceptatio (1309-1312), que lleva a los «espirituales» a romper primero con la Orden y luego con la Iglesia. La intervención de Ockham en la contienda (cap. XI) es la de un formidable antagonista, no la de un deus ex machina. Los «espirituales» sucumbieron trágicamente.
El libro de M. Damiata representa un trabajo serio; me atrevería a decir, de los pocos serios entre los muchos ensayos de espiritualidad franciscana que cada día vienen a este mundo. El A. trata de probar sus puntos de vista a base de las fuentes y a la luz de la bibliografía, de las que se muestra buen conocedor. La metodología es rigurosa. Se podrá estar o no estar de acuerdo con la línea de interpretación seguida por el A., pero lo cierto es que en su libro existen ideas, y no sólo palabras vacías y tópicos manidos.
Séame permitido, sin embargo, formular dos observaciones que, más que restar mérito al libro, pueden servir quizás como clave de lectura del mismo. La primera: En cuanto al tema tratado, el A. no pretendió estudiarlo en sí mismo, de modo sustantivo, ni en toda su complejidad, sino en cuanto es «introducción » y « presupuesto » de las ideas de Ockham sobre el poder como servicio: «in definitiva é semplicemente a questo aspetto político della vicenda che noi prestiamo attenzione » (p. 8). Por consiguiente, no se le puede pedir más de lo que él pretendió darnos. La segunda observación se refiere a los «pre-juicios» del A.; el P. Damiata no disimula su cordial simpatía por los espirituales; esto, obviamente, no es un pecado, pero puede constituir un peligro de óptica, contra el cual conviene estar atentos, cuando dirigimos nuestro objetivo hacia la «acera de enfrente ». Pienso que el P. Damiata no ha logrado evitar del todo este peligro cuando, a propósito de la actitud de S. Buenaventura frente a los joaquinistas, describe « l'altra faccia di san Bonaventura», como si se tratase de un Jano bifronte; o cuando coloca a Alvaro Pelagio « tra spiritualismo e teocrazia », siendo así que, si Alvaro Pelagio abandonó a sus amigos los espirituales, lo hizo, no porque se sintiese halagado por el poder teocrático, sino porque vio que peligraba y naufragaba la anidad de la Orden, de la única Orden de san Francisco: « alium Ordi nem extra istum S. Francisci non invenio », diría él en aquella ocasión Una cosa es tener simpatía y hasta compasión por los « espirituales», víctimas de un trágico drama — es decir, víctimas de su propio drama —; y otra cosa es querer concebir la vida franciscana como una continua tragedia, al modo griego.
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