Raurell Frederic ,
Recensione: J.A. SOGGIN, Introduzione all'Antico Testamento ,
in
Antonianum, 55/3 (1980) p. 484-487
.
Sommario in spagnolo: La obra que presentamos tuvo su primera edición en 1968, la segunda en 1974 y la tercera, corregida y aumentada, en 1979. Estas sucesivas ediciones nos hablan de un espacio que estaba por llenar e indirectamente nos hablan también del valor de la obra en sí misma.
Soggin es uno de los exegetas del A.T. con una producción más cualificada en el mundo científico y cultural italiano, y conocido también en el extranjero por sus publicaciones y activa participación en congresos internacionales. Con esta obra ha sabido dotar la biblioteca bíblica italiana de un valioso instrumento de iniciación que hasta el presente faltaba.
La división, la presentación e incluso el estilo del libro reflejan las técnicas del pedagogo que aprovecha todas las ocasiones para « introducir » al alumno, haciéndole admirar y amar lo que se estudia. Nos ha soprendido el hecho de que incluso en los temas aparentemente más áridos Soggin sabe descubrir con sensibilidad de maestro elemento estético, el elemento teológico y el elemento humano que solicitan el interés del lector.
En general, Soggin es un exegeta moderado; sabe escoger las hipótesis más resistentes y facilita el llegar a una conclusión, incluso cuando la materia exige moverse en una selva de opiniones y sentencias contradictorias. Las cuestiones más difíciles, y que a veces infantilmente los exegetas exageran, quedan suavizadas y relativizadas.
Siendo así que esta obra va en camino de tener una cuarta edición, y deseamos que sea pronto, quisiéramos también manifestar nuestra opinión sobre puntos que nos han parecido lacunosos. Lo haremos siguiendo la disposición de la obra.
El n. 6 del c. II, p. 52-54: Le traduzioni greche resulta pobre en lo referente a la versión de los LXX. El autor no explica por qué la versión del Pentateuco sea una versión literal, mientras las versiones de los restantes libros sean más bien midráshicas. Es una diferencia que hay que explicar por razones teológicas, y no simplemente por razones de competencia o de incompetencia según quiere nuestro autor. Además, Soggin enjuicia el problema sin vislumbrar siquiera la posibilidad de la existencia de una diversa Vorlage para el TM y para la versión de los LXX, según los casos. La ciencia actual no puede permitir un juicio como el que se emite en la p. 54: « Stando cosí le cose, non stupisce che gli Ebrei abbiano sen-tito il bisogno di altre traduzioni, tanto piú che la Chiesa cristiana si serviva spesso delle imperfezioni dei LXX per la propria apologética e polémica». Esta veritas hebraica que supone el autor va contra los testimonios históricos de las relecturas sinagogales targúmicas y midráshicas. También encontramos pobre el apartado 8, del mismo capítulo II, consagrando a las traducciones targúmicas. Sorprende que en la bibliografía no aparezca ninguno de los estudios de R. Le Déaut.
Tratando de los profetas, ignora generalmente el género literario de la vocación. Llama la atención que presentando a Amos no diga absolutamente nada de la importancia de la « tsedagah »
Hablando de las peculiaridades del texto alejandrino de Jeremías, ignora el importante estudio de E. Tov, The Septuagint Translation of leremiah and Baruch: A Discussion of an Early Revisión of Jeremiah 29-52 and Baruch 1,1-3,8, Jerusalem 1973.
Las páginas dedicadas a la literatura sapiencia merecen también algunas observaciones. Ante todo, creo que habría distinguir más y mejor entre literatura sapiencial religiosa y literatura sapiencial profana, precisamente porque se trata de «introducir». Cuando Soggin, en la p. 514 dice de la literatura sapiencial bíblica: «non vi é posto qui per una critica religiosa, sociale, politica come presso i profeti» nos parece que no tendría que perder de vista ni a Qohélet ni a Job. Igualmente, a nuestro juicio, habría que matizar más cuando se habla de la ausencia, come en la p. 515, en la literatura sapiencial bíblica de los temas referentes a la elección, promesas, tierra etc. Bastaría pensar en Subiduría, Proverbios y Eclesiástico. Cuando nuestro autor trata de la ambientación de la subiduría parece desconocer los valiosos estudios del profesor de Tübingen B. Lang.
Dentro de este movimiento sapiencial, Soggin no concede ningún espacio, ni tan sólo la alude, a la literatura sirio-palestinence, como puede ser la de Ugarit, en funciones de literatura intermediaria. En la parte bibliográfica, nos parece que se omiten nombres y obras importantes. Por ejemplo, W. Zimmerli, Orí und Grenze in Weisheit im Rahmen der alttestanientlichen Theologie, en Les sagesses du Proche-Orient anclen, París 1963; E. Würthwein, Die Weisheit Aegyptens und das Alte Testament, Marburg 1960.
Es una lástima que el autor, italiano, desconozca prácticamente toda, aunque sea modesta, aportación castellana y catalana. Siguiendo libro por libro uno se da cuenta a veces la bibliografía citada tiene un valor muy secundario. Desconoce, en cambio, a autores como L. Alonso-Schókel, 0. García de La Fuente, G. Del Olmo, E. Cortes, R. Auge etc. Digo que es una lástima, porque tal omisión no puede ser científicamente recomendable. Y esto nos lo ha sugerido la lectura del capítulo consagrado a Baruc, uno de los más flojos de la obra. Ante todo, hay que observar que precisamente la primera parte que se supone haber sido escrita originariamente en hebreo. El autor ignora las relaciones de la obra con los Salmos de Salomón y no tiene en cuenta el estudio de E. Tov, The Book of Baruch also called I Baruch, Missoula (Montana) 1975.
Otra lacuna a lamentar es la ausencia del tema apocalíptico. En unas 14 páginas sale el término « apocalíptica », pero Soggin no explica nunca lo que es ni la importancia que reviste para el A.T. Tampoco aquí el lector no se siente «introducido ». Presentando el libro de Daniel, dice: « Un tema che non possiamo trattare qui in dettaglio » (p. 561). Pero es que no habla de él ni aquí ni en ningún otro sitio, y si en algún sitio habría que hablar de él nos parece que era precisamente aquí. En la bibliografía omite la importante obra en colaboración: Apocalypses et théologie de l'esperance, Congrés de Toulouse (1975), Paris 1977; con una serie di colaboraciones de exegetas como M. Delcor, E. Jacob, A. Caquot, P. Grelot, P.M. Bogaert etc etc. Soggin cita artículos sin importancia, como el de B. Corsani, y, en cambio, no cita la obra de J.M. Schmidt, Die jüdísche Apokaliptik, Tübingen 1969, como tampoco la de VV. Schmi-ihals, Die Apokaliptik, Gottingen 1973, etc. etc.
Todas estas observaciones son fruto del interés con que nos hemos leído esta importante contribución del profesor A. Soggin para el estudio del A.T. Las lacunas indicadas no desmerecen el valor sustancial de la obra, de la que esperamos una nueva edición sin estas lacunas, sin duda, porque también será « corregida y augmentada ».
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