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Recensione: ANDRÉS MARTIN M., LOS recogìdos. Nueva vision de la mistica espanola (1500-1700)

 
 
 
Foto Omaechevarria Ignacio , Recensione: ANDRÉS MARTIN M., LOS recogìdos. Nueva vision de la mistica espanola (1500-1700) , in Antonianum, 53/1-2 (1978) p. 372-376 .
Summary in Spanish:

Bajo el título de « Los Recogidos » y bajo el ambicioso subtítulo de « Nueva visión de la mística española », el doctor don Melquíades Andrés Martín, con su equipo del Seminario « Suárez », nos ofrece un estudio sumamente interesante sobre la espiritualidad española del Siglo de Oro. Se trata de la primera publicación elaborada en el citado Seminario de la Fundación Universitaria Española, cuyo patrono-asesor cultural don Pedro Sáinz Rodríguez, en la Presentación, no duda en considerarla como « un jalón en la historiografía de la espiritualidad española ».

En realidad tenemos aquí un estudio de conjunto que se extiende a una gran variedad de autores místicos, muchos de ellos desconocidos para el gran público, y está hecho desde un punto de vista nuevo, puesto que, si Marcel Bataillon, por ejemplo, se fija preferentemente en la influencia de Erasmo, y Robert Ricard en la del socratismo, y otros investigadores, como P. Groult, J. Sanchis Alventosa, J. Orcibal, en la de los místicos alemanes y de los nórdicos en general, Melquíades Andrés toma como punto de partida y como denominador común la que él llama « vía del recogimiento », que califica de « corriente primaria y fundamen­tal, de la cual se alimentan y con la cual se relacionan de uno u otro modo las demás vías esprirituales al principio y todas las llamadas escue­las místicas y esprirituales más tarde ».

El autor deja, pues, a un lado otras clasificaciones en boga, según las cuales las Ordenes de san Agustín y san Francisco pertenecerían a la corriente afectivista, los Dominicos y Jesuítas a la intelectualista y el Carmen Descalzo sería más bien ecléctico; o bien, los monjes Jerónimos se distinguirían por su interiorismo, mientras que las antiguas Ordenes cargarían más el acento sobre las obras externas de virtud y sobre la austeridad de vida. Y así adopta la clasificación por vías, contando como tales, entre otras, la vía de la «lectio divina » y de la piedad litúrgica, o la de la oración mental metódica según el « Ejercitatorio » de García de Cisneros y los Ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola; y viene a señalar la « vía del recogimiento » como clave para mejor interpretar en su totalidad nuestra mística en el momento de su más espléndido florecimiento.

Desde luego podríamos preguntarnos si es ésta una clasificación ade­cuada, ya que con frecuencia «las diversas vías se entrelazan » y se influ­yen mutuamente; pero no se puede negar que ofrece en la práctica una plataforma de ancha base para la visión panorámica que se intenta. Por de pronto Melquíades Andrés se apela a la terminología de fray Francisco de Osuna, no sin aludir á las casas de « recolección » o « reco­gimiento», que tan vigorosamente pulularon por todas partes en los orígenes de la Observancia », si bien habría de tenerse en cuenta que también se llamaron « recogimientos », que más tarde se transformarían en monasterios propiamente dichos. Mas no deja de ser cierto que el término «recogimiento » significó, « a lo largo de más de un siglo, una vía espiritual», hasta que en época posterior se restringió su sentido a una clase o a un grado determinado de oración, particularmente en las «Moradas » de santa Teresa.

El caso es que este género de recogimiento « comienza —escribe el autor— en la familia franciscana en un momento concreto de la historia de la teología española, en el cual no existen diferencias de escuelas espirituales propiamente dichas, sino sólo caminos diversos para alcanzar la unión con Dios, que no coinciden con los ámbitos de las familias reli­giosas ». De hecho también a la historia de la mística se pueden aplicar —y con mayor razón— las consideraciones que en otra obra suya sobre la teología española hace el mismo M. Andrés en relación con la teología española, que entraba en fermentación y se renovaba precisamente entre los «observantes » de las diversas Ordenes. Se repetía en cierto modo el fenómeno de la renovación escolástica del siglo XIII. San Francisco y sus primeros frailes viven una espiritualidad intensa, llena de fervor y entusiasmo, y esta espiritualidad vivida, que precede a las formulacio­nes doctrinales, contribuye de modo decisivo a los nuevos planteamientos de las escuelas. En forma parecida la teología española del Siglo de Oro, de acuerdo con la espriritualidad que la anima desde dentro, se incuba en los eremitorios donde los frailes tratan de observar con mayor per­fección su Regla.

M. Andrés destaca oportunamente, aunque generalizando quizá dema­siado, que «los primeros autores de la vía del recogimiento superan el antiguo sistema de escribir libros de espiritualidad por autoridades, característico del siglo XV». Es como el descubrimiento de un nuevo mundo o como una nueva primavera. Los nuevos místicos hablan de sus propias experiencias. Y en un principio emplean sin reparo términos que luego, con la crisis de los « alumbrados », adquirirán un sentido menos ortodoxo. Y uno de los méritos del autor consiste precisamente en haber sabido concretar que los « alumbrados » no son sino un subproducto y una interpretación unilateral y heterodoxa de la vía del recogimiento, interpretación condenada ya por el Capítulo Provincial de los Francis­canos de Castilla, celebrado en Toledo en 1524,y por la Inquisición en 1525. Así, pues, los representantes genuinos de la vía del recogimiento, como fray Francisco Ortiz y fray Francisco de Osuna, al advertir la apli­cación que en algunos ambientes se hace de términos como « dejamiento», « quedamiento » y de expresiones similares, no tardarán en separarse de Sor Isabel de la Cruz y del maestro Alcaraz, el cual será considerado como el ideológico de la secta, que entiende a su modo los escritos de san Juan Clímaco, santa Angela de Foligno, santa Catalina de Siena, Hugo de Balma.

Por lo que se refiere a los orígenes de la vía del recogimiento, el autor se remonta a 1480. Entre los primeros libros que la registran señala «Hun brevísimo atajo e arte de amar a Dios », impreso en Barcelona en 1513, el cual, aunque no aparece citado, « que yo sepa —precisa el autor —, en la historia de la espiritualidad ni de la literatura española», se ha de considerar como « el libro pionero, en romance castelanno, de un recogimiento ceñido, esencial .centrado en la imitación de Cristo paciente en la cruz, realizado por medio de la voluntad a través de sus­piros inflamados y deseos de amor ». Pero el libro clásico es el tratado del cartujo Hugo de Balma, que sale a luz en Toledo en 1514, bajo el título de  « Sol de Contemplativos », por diligencia de los Franciscanos de San Juan de los Reyes y, en particular, del Vicario del convento fray Antonio de Cibdad Real, que «lo mandó imprimir » y lo autorizó con un prólogo, en que se señalan tres escalones: apartarse de la vanidad del mundo; cerrar los sentidos a las cosas mundanas; y holgar sólo en Cristo.

Mas no es posible presentar aquí un resumen de un estudio tan rico en pormenores y sugerencias. Nos limitamos a destacar algunos puntos que pueden servir de ejemplo. Se distinguen, pues, en el estudio tres principales períodos áureos en la vía del recogimiento: el primero se extendería de 1523, año de los Estatutos del P. Quiñones, OFM, para las casas de « recolección », a 1559, año en que se promulga el índice expur­gatorio del inquisidor Valdés. En este primer período el recogimiento aparece como doctrina mística común tanto entre los Franciscanos, como entre los Dominicos, Carmelitas Descalzos o Jesuítas, señalándose entre estos últimos personajes como san Francisco de Borja con el círculo de Gandía, si bien luego se hará sentir el conflicto entre los partidarios del «espíritu de Cartuja» y sus opositores. El segundo período, de 1580 a 1625, estaría representado por autores como santa Teresa, san Juan de la Cruz, beato Nicolás Factor, fray Juan de los Angeles. En el tercer período, de 1670 a 1690, se estudian autores como fray Andrés de Gua­dalupe, fray Antonio Panes, fray Gaspar de Viána, etc. Son interesantes las consideraciones relativas a la «crisis de identificación» provocada en la Compañía por el P. Antonio Cordeses, que trata de integrar en la naciente Orden á san Bernardo, san Buenaventura, Herp y Osuna, pero que ve frustrado su intento con la decisión condenatoria del P. Everardo Mercuriano. Respecto a las influencias germánicas, muy acertadamente se pone de relieve la diferencia entre la interioridad de Erasmo y la de la vía del recogimiento; y se observa además que, cuando los autores septentrionales se difunden por España, «la síntesis del recogimiento ya había sido elaborada por los Franciscanos y hacía años que se vivía en los recolectónos de la Orden »...

Por nuestra parte hemos de subrayar que la obra tiene el mérito in­discutible de roturar nuevos terrenos y de abrir amplios horizontes. No se ignora desde luego que la vía del recogimiento o el « espíritu de Car­tuja » o simplemente la mística ha tenido grandes contradictores. El Do­minico fray Juan de la Cruz escribiría en 1555: «Agora... quieren los hombres caminar por unas veredas..., digo vías nuevas de devoción y consolación, y dejan cubrir la hierba y olvidan los caminos reales... tri­llados por los santos ». Pero la vía del recogimiento, que se caracteriza por la opción afectiva frente a la opción especulativa, superará las crisis de la interpretación heterodoxa de los alumbrados, de las limitaciones impuestas por la Inquisición y de las suspicacias de los teólogos intelec-tualistas, y producirá aquella maravillosa floración de vida espiritual y de obras literarias de primer orden, que marcan con un sello inconfundible las épocas más importantes de la historia de España. Con razón afirma Melquíades Andrés que «los grandes místicos son insignes poetas..., es decir, auténticos creadores... Con frecuencia son inventores de lenguaje ». Sí, es cierto que « en los codificadores de la espiritualidad del recogi­miento existe la conciencia refleja de que protagonizan algo nuevo ». Y también que « ellos son los grandes cantores del amor a lo divino ».

¿ Alguna sugerencia? El autor, o los autores, aluden a la conveniencia de extender la investigación a conventos y monasterios de monjas. Se habla sobre todo de las Descalzas Reales de Madrid, cuya primera Aba­desa fue una sobrina de san Francisco de Borja, Sor Juana de la Cruz, y donde fueron confesores el beato Nicolás Factor y fray Juan de los Angeles. Sería interesante dirigir igualmente la atención a las Concepcio-nistas, que en sus orígenes aparecen en contacto íntimo, no sólo con fray Ambrosio Montesino y otros Observantes destacados, sino sobre todo con fray Francisco de los Angeles Quiñones, que fue sin duda quien redactó la Regla aprobada en 1511 por Julio II, en la que la espiritua­lidad de la vía del recogimiento halla eco con expresiones como las siguientes: « Sórores attente considerent quod super omnia debent desi-derare habere spiritum Domini et sanctam eius operationem, cum pún­tate cordis et devota oratione; a terrenis desideriis et saeculi vanitatibus mundare conscientiam, et unus spiritus effici cum Christo Sponso suo »... Don Francisco Monzón, citado por Melquíades Andrés como uno de los prapagadores más eficaces de la vía del recogimiento en Portugal, está en relación estrecha con las Concepcionistas Descalzas del Caballero de Gracia, de Madrid, en cuya iglesia «la segunda capilla la hizo construir Francisco Monzón, escribano mayor que fue de esta villa, dándole la Abadesa el terreno », etc.

Por lo demás, aunque el autor merece plácemes por el modo como ha sabido poner en evidencia la unidad fundamental de la gran mística española ya que los autores significativos del Siglo de Oro, aunque hablando en categorías tomistas o bonaventurianas, « no tratan de expre­sar una antropología de escuela, sino una experiencia interior», no se ha de exagerar la unidad hasta el extremo de desconocer las peculiari­dades, pues de hecho cada uno no puede menos de expresarse, en alguna de las categorías admitidas por la Iglesia. Existe, pues, una común mís­tica española del Siglo de Oro, caracterizada por la que bien podemos llamar la vía del recogimiento; pero hajo ese denominador común caben matices diversos. Existe la línea afectivista a lo san Buenaventura y Hugo de Balma, pero también la línea intelectualista a lo Vallgornera y Juan de santo Tomás; y estas líneas a su vez pueden revestir moda­lidades que justifican la distribución de los autores según diversas espi­ritualidades y diversas familias religiosas. Sería interesante definir en qué forma asimila, por ejemplo, el abad de Montserrat fray García de Cisne-ros, en su « Ejercitatorio », tantos párrafos tomados a la letra de san Bue­naventura, los cuales a primera vista dan la sensación de una simple compilación sin originalidad precisa.


 


 



 
 
 
 
 
 
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