Manzano Isidoro ,
Miscellanea: Giovanni Reale y Aristoteles,
in
Antonianum, 71/2 (1996) p. 337-347
.
Sommario in spagnolo: A la revista Antonianum han llegado, para su recensión, varios libros de Giovanni Reale, catedrático de historia de la filosofía griega en la Universidad del Sacro Cuore. He preferido, sin embargo, dedicarles una miscelánea, con el título Giovanni Reale y Aristóteles. La importancia de Aristóteles para el pensamiento occidental y los méritos de algunos de los autores que nos lo dan a conocer, exponiéndolo con profundidad e inteligencia, merecen un tratamiento especial. Giovanni Reale pertenece, a mi modo de ver, a ese grupo de selectos que conocen al Estagirita por contacto directo con su obra y nos lo hacen conocer mejor y en profundidad.
Reale reúne todos los presupuestos requeridos para abordar trabajos serios de esta índole.
Los presupuestos a los que me refiero pertenecen a lo que Zubiri, el grande aunque casi desconocido filósofo español, requería en vistas a la creación de las posibilidades históricas. Una posibilidad histórica es algo más que un estar en potencia y que un tener potencia para. Los griegos -por ejemplificar rápidamente lo que Zubiri entendía por posibilidades históricas estaban en potencia de volar en avión y tenían una razón suficientemente equipada para lograrlo. Pero carecían del conjunto de condiciones y de circunstancias, creadas por la historia, como el advenimiento de la ciencia moderna, la invención del motor y otras, más inmediatas, que llevaron a la invención del avión, convirtiéndolo en una realidad espléndida para el hombre del siglo XX, poseedor de una serie de posibilidades de las que no disponían los griegos.
Cuando hablo de esas posibilidades que la historia crea, suelo echar mano del hecho de saber la lengua griega. Puede parecer una trivialidad, pero no lo es. Porque saber el griego no sólo significa poseer una lengua que otros no poseen y haber agrandado la capacidad de memorizaciór y otras aptitudes. Saber griego significa, ante todo, que quien posee este saber está, a diferencia de quien no lo posee, en condiciones de hacer un tia-bajo serio y científico sobre los líricos, los trágicos o los filósofos griegos. Parece una trivialidad, pero, a todas luces, no lo es. Giovanni Reale trabaja sobre el texto griego, la lengua en que escribió el Estagirita. En consecuencia, sus asertos sobre el pensamiento de Aristóteles están garantizados y confirmados por la citación en intelección directa del texto aristotélico. Pocos son quienes pueden hacer esto. Y demasiados quienes hablan del pensamiento de Aristóteles a base de sólo manuales, considerándose, además, especialistas. No es ése el caso de Reale, quien trabaja directamente sobre los textos originales, como podrá comprobarse más adelante.
Con todo, éste no es el único presupuesto que Reale domina, para penetrar en el pensamiento de Aristóteles. Un autor no es una golondrina que, como avis rara, hace primavera. Tampoco lo fue Aristóteles. Al contrario, su filosofía no sólo supuso adquisiciones, diríamos, decisivas e irreversibles, sino que respondía, igualmente, a problemas ya largamente discutidos entre los filósofos griegos. Y Reale conoce abundantemente estos antecedentes aristotélicos.
Prueba de ello son, en primer lugar, sus excelentes contribuciones al « aggiornamento » de la obra de E. Zeller en la traducción italiana publicada con el título de E. Zeller - R. Mondolfo: la Filosofía dei Greci (La Nuova Italia, Firenze, 1967); su gran Storia della Filosofía antica, en cinco volúmenes (Vita e Pensiero, Milano, 1975-1980); y la publicación, en colaboración con D. Antiseri, de una obra en tres volúmenes sobre la historia del pensamiento filosófico-científico, desde la antigüedad clásica hasta hoy, titulada // pensiero occidentale dalle origini ad oggi (Editrice La Scuola, Brescia, 1983), y cuya parte dedicada al pensamiento griego es, naturalmente, de Reale.
A esto hay que añadir, en segundo lugar, sus estudios, más especializados y monográficos, sobre pensadores anteriores a Aristóteles, como el dedicado a Meliso con el título Melisso, Testimonianze e frammenti (La Nuova Italia, Firenze, 1970) o el dedicado a Parménides: Parmenide, Poema sulla Natura. I frammenti e le testimonianze indirette (Rusconi, Milano, 1991). Reale ha estudiado especialmente a Platón, sobre quien ha publicado numerosos trabajos y es uno de sus más eximios especialistas actuales. Aquí me limito a mencionar su obra Per una nuova interpretazione di Pla-tone. Rilettura della metafísica dei grandi dialoghi alia luce delle « dottrine non scritte » (Vita e Pensiero, Milano, 1993, undécima edición), que, siguiendo la escuela interpretativa de Tubinga, presenta al público culto italiano el paradigma de la nueva interpretación del pensamiento platónico.
A todo este arsenal de conocimientos que capacitan a Reale para penetrar inteligentemente en el pensamiento de Aristóteles, hay que añadir su amplio y preciso conocimiento de casi todo - por no decir de todo - lo que los especialistas actuales han publicado en torno al pensamiento de Aristóteles. Para convencerse de ello basta con echar una ojeada a la bibliografía citada y comentada que nos ofrece en las ediciones anteriores a la sexta edición de II concetto di « Filosofía prima » e l'unitá della Metafísica di ARISTOTELE (Vita e Pensiero, Milano, 1994). Esta vasta cultura sobre Aristóteles está presente, así mismo, y puede palparse en la sexta edición.
El hecho de que su pensamiento personal se orienta hacia una estructura de pensar de tipo platónico-agustiniano, objeto de sus preferencias y opciones filosóficas fundamentales, no es ningún óbice para que Reale penetre con simpatía en el pensar aristotélico. Al contrario, sus posiciones personales se decantan precisamente en un diálogo esclarecedor, sin polémica ni ruptura, al contraluz del aristotelismo.
Pero dejemos las opciones filosóficas personales del autor y veamos sus trabajos sobre Aristóteles.
Las obras de Reale sobre Aristóteles llegadas a la redacción de Anto-nianum son // concetto di « filosofía prima », ya citado, yAristotele, METAFÍSICA. Saggio introduttivo, testo greco con traduzione afronte e comentario, tres volúmenes, (ediz. maggiore rinnovata, Vita e Pensiero, Milano, 1993). Como la anotación stesura definitiva indica, ambas obras son traban jos « definitivos ».
La anotación stesura definitiva es curiosa e interesante. Trabajo « definitivo » y cumplido no puede significar aquí el que nadie pueda añadir algo a lo realizado por Reale. Tampoco puede significar que el propio Reale no pueda aportar nuevas perspectivas en el futuro. Reale es lo suficientemente inteligente como para hacerse la ilusión o creer que ha agotado todas las posibilidades de investigación en torno al texto de Aristóteles o en torno al pensamiento de Aristóteles sobre los problemas metafísicos. La stesura definitiva significa aquí haber llegado de hecho a la realización de algo que se aproxima al modelo ideal que Reale se prefijó, prescindiendo de que sea o no sea el mejor modelo ideal y de que dicho modelo sea superable o insuperable. Forma definitiva significa, pues, el culmen de lo que Reale ha alcanzado en su estudio del texto y del pensamiento metafísico de la Metafísica de Aristóteles.
Con estos dos libros de Giovanni Reale acontece como con los libros litúrgicos de los inicios de la reforma postconciliar. Cada año salía un texto aprobado que ya no servía al año siguiente, de manera que aquel cura pobre de pueblo, escaso como andaba de haberes, al final se vio aún más pobre, pero con una biblioteca de libros litúrgicos bastante considerable. No es que sea así exactamente respecto a los trabajos de Reale anteriores a la llegada de estas dos obras definitivas. Al contrario, todos sus estudios previos, al igual que sus estudios realizados mientras elaboraba estas dos obras, fueron otros tantos estudios particularizados y razonados en vistas a lo conseguido en estas dos obras definitivas.
Así pues, estos dos trabajos, cada uno a su manera y cada uno desde su propia perspectiva, aglutinan, implican y sintetizan todos los análisis y estudios de Reale sobre Aristóteles, desde sus años de estudiante universitario hasta el presente. Por otra parte, ambas obras se autosostienen y se au-tosuponen mutuamente.
La Metafísica consta de tres volúmenes: el primero es una introducción (408 páginas); el segundo, el texto griego y su traducción italiana (706 páginas); el tercero (711 páginas), está dedicado a los sumarios y comentarios. En conjunto, pues, la obra tiene unas mil quinientas páginas.
El texto griego tomado como base es el editado críticamente por W.D Ross, que, como se sabe, es la edición crítica por excelencia (W.D. Ross: Aristotle's Metaphesics. A revised text with introduction and commentary, dos volúmenes, Oxford, 1924, primera edición, y 1953, tercera edición), corregido con textos críticos de otros autores, sobre todo de W. Jaeger quien, como también se sabe, abre caminos propios, que Reale incardina según sus propios criterios personales, justificados en los correspondientes comentarios. El texto griego de Reale no es propiamente un texto crítico: nuestro autor acepta la crítica efectuada por otros autores, a quienes conceptúa, por una parte, en base a un cierto criterio de idea de unidad del pensamiento metafísico aristotélico en general y, por otra parte, aceptando el criterio, también genérico, de que la Metafísica de Aristóteles ha de ser leída a la luz de las posiciones platónicas.
Más que por el texto griego en sí, Reale se hace grande en la traducción del texto al italiano.
Todos (o muchos) conocemos las dificultades que implica una traducción, sobre todo la traducción de obras escritas en lenguas antiguas, con sus modos de decir y con sus categorías tan lejanas (y, al mismo tiempo, tan cercanas) a las de nuestras lenguas: la estructura gramatical, la sintaxis, los contenidos sumamente sintéticos, los modos fuertes y débiles de argumentar y de conectar, unas veces con valor exclusivamente gramatical, otras con valor lógico etc., todo ello hace que el arte de la traducción tenga unas reglas propias, de difícil intelección y, sobre todo, de dificilísima aplicación. Reale lo sabe, lo tiene en cuenta y hace un enorme esfuerzo por conseguir una buena traducción. Y a fe que la consigue!
En cierta ocasión me pidieron traducir al español un código escrito en alemán sobre los derechos de los autores de discos y producciones similares. Empecé a hacerlo, pero tuve que renunciar a ello: conocía el significado inmediato de todas las palabras usadas y, en los raros casos en que no era así, tenía la posibilidad de recurrir al diccionario; sin embargo, aquel mundo jurídico me resultaba tan extraño y oculto que me produjo algo así como la sensación de ignorar el alemán.
Para hacer una buena traducción se requiere conocer los matices y sutilezas de la lengua que se traduce. Pero eso no basta. Hace falta conocer también los contenidos que con los matices y sutilezas de esa lengua se expresan; en nuestro caso, el contenido del pensamiento y del discurso metafísico de Aristóteles. Y a ello hay que añadir, además, el conocimiento de los modos y matices, en una palabra, de la idiosincrasia de la lengua a la que se traduce, en el presente caso el italiano. Y este punto, el conocer bien la lengua a la que se traduce, es el decisivo. Porque se quiere traducir para dar a conocer el pensamiento de Aristóteles a personas que (se supone) no conocen el griego ni el pensamiento aristotélico. Es como si el traductor, apropiándose de los contenidos de Aristóteles, se olvidara de éste, sin de hecho olvidarlo, y ofreciera dichos contenidos, como algo propio, a los lectores, en nuestro caso a los lectores italianos. El traductor se convierte, de este modo, en hermeneuta o intérprete. Y ser hermeneuta es cosa harto difícil.
Pues bien, pienso que Reale posee en gran medida todas estas condiciones de excelente traductor y que con esta obra ha ofrecido a los italianos una traducción magistral y que marca un hito difícil de superar.
El tercer volumen está dedicado a los comentarios, precedidos de sumarios, de los distintos capítulos de la Metafísica. Y esto también plantea problemas, pues, en última instancia, hay que elegir entre varias posibilidades, lo cual supone ciertos criterios previos. Y esto es lo que hace Reale. El objetivo fundamental de todo comentario es el de hacer inteligible el contenido del texto comentado según su espíritu, esto es, en el significado dado al término o al texto por el autor que se comenta. A fin de esclarecer los términos, Reale afianza el sentido de los mismos citando a los comentaristas, antiguos y modernos, que han llevado a cabo esta misma empresa. Sus citas corroboran o explicitan otros sentidos posibles inmediatamente inscritos en el término o texto comentado.
Entre los comentaristas antiguos, Reale da la preferencia a Alejandro de Afrodisia, pero sin olvidar a otros. Prescinde de los comentaristas árabes, ya que éstos comentan y desarrollan el texto tendiendo a una cierta comprensión personal, distinta del contenido del texto aristotélico. Tiene muy presentes a santo Tomás y a Silvestre Mauro y cita, entre los modernos, a los grandes comentadores Bonitz, Swegler y, lógicamente, Ross. En resumen, el autor puede concluir con justo orgullo: La mia edizione maggiore resta quindi la piü completa in Italia, e fra le pochissime che a livello internazionale presentano un commentario completo (Aristotele, Metafísica, vol. I, 17).
A continuación, indica que la primera traducción de la Metafísica de Aristóteles se apoyaba en el estudio realizado sobre il concetto di « filosofía prima » y en otros ensayos citados en la nota 26 de este volumen introductorio a la traducción de la Metafísica, cuyo título es: Aristotele, METAFÍSICA, volumen I: saggio introduttivo e indici y que, como ya dijimos, consta de 408 páginas.
En cuanto « ensayo », la obra no difiere fundamentalmente, en sus contenidos, de cuanto Reale expone en il concetto di « filosofía prima », cuyos resultados resume, sin argumentar o polemizar expresamente con otros comentaristas ni con otras interpretaciones de Aristóteles.
Para Reale, tanto el Saggio como // concetto di «filosofía prima » tienen una doble función:
Por una parte, constituyen un momento decisivo y operante de la actividad traductora: no se puede traducir bien si no se ha entendido el contenido teórico de lo expresado en una determinada terminología. El traductor, como decíamos antes, es un intérprete. Y mal se puede ser intérprete si no se entiende lo que se interpreta.
El Saggio ejerce esta función inmediatamente y, por eso, ofrece un instrumento erudito de gran importancia: los índices, que son 16 en total. No puedo citarlos todos. Indico el contenido de algunos, a fin de evidenciar su importancia: índice de autores citados en la Metafísica, índice de citaciones textuales de poetas y de fragmentos de presoerátieos que se encuentran en la Metafísica, índice de los lugares de la Metafísica que, según Diels-Kranz, aluden al pensamiento de los presoerátieos, índice de las referencias a la « doctrina no escrita » de Platón, etc.. Como se ve, una inmensa erudición, puesta al servicio de la traducción y de la comprensión de la obra magna del Estagirita.
Por otra parte, tanto el Saggio como Il concetto di « filosofía prima » son una exposición del pensamiento metafísico de Aristóteles. En consecuencia, pueden leerse por sí mismos, con independencia de que ayuden a una traducción o no. Tienen su propio valor como exposición del pensamiento metafísico de Aristóteles. Tratemos, pues, de ver y enjuiciar ambas obras desde esta vertiente. Y puesto que il concetto di «filosofía prima » está a la base tanto del saggio como de la traducción, analicemos primero esta obra.
Como indicaba, siguiendo lo que dice su propio autor, la obra // concetto di « filosofía prima » fue concebida y realizada para servir de base a una edición crítica del texto de la Metafísica como obra de Aristóteles. Surgida en clima de paradigma genético-evolutivo del pensamiento aristotélico, se opone a este paradigma en cuanto que intenta justificar un pensamiento unitario y persistente a lo largo de todos los libros de la llamada Metafísica de Aristóteles.
La obra II concetto di « filosofía prima » fue editada por primera vez en 1961. Las ediciones posteriores siguieron sus mismas opciones fundamentales, aun cuando cambiaron en aspectos accidentales. En esta sexta edición se prescinde de algunos añadidos de la edición o de las ediciones anteriores y se incluyen otros estudios del autor que, en su opinión, afectan más directamente al fin de la obra: justificar la unidad profunda y básica del pensamiento que auna los diversos libros que integran la Metafísica de Aristóteles.
Pero veamos un poco el problema.
Como se sabe, Aristóteles nunca publicó un libro con el nombre de Metafísica. Lo que después se aceptó como tal no era sino un conjunto de libros escritos en forma de apuntes para uso interno del Liceo y que An-drónico de Rodas divulgó con el nombre de Metafísica de Aristóteles. Por otra parte, según la crítica actual, este nombre es anterior a la intitulación dada por Andrónico. Además, también según la crítica actual, estos libros, bautizados como Metafísica de Aristóteles, se emplearon en la Escuela y, por tanto, no puede aceptarse la leyenda de Polibio según la cual fueron encontrados fortuitamente, después de una larga y a oculta historia.
El hecho es que, después de la edición de Andrónico, los libros fueron recibidos como una obra escrita por Aristóteles. Y, desde entonces, en el horizonte intelectual influenciado por el pensamiento griego apareció algo así como una disciplina llamada Metafísica. Como tal, y con este nombre, fue aceptada por la tradición. Por sus libros sobre la Metafísica, Aristóteles pudo haber sido calificado como el Metafísico, con la misma exactitud y derecho con que fue calificado como el Filósofo. Por lo demás, ambos términos vinieron a significar casi lo mismo.
Unificado el pensamiento por el nombre unitario de la obra - Metafísica o libros sobre cosas metafísicas - y por el nombre del autor - Aristóteles -, estos libros encontraron interpretaciones diferentes, si bien dando siempre por supuesta la triple unidad de la obra, del autor y del pensamiento.
Debido a múltiples causas, los investigadores, sobre todo a partir del siglo pasado, advirtieron que, a veces, los materiales que integran una obra atribuida a un único autor y conocida con un único título, provienen de diversas fuentes. Por ello, se vieron en la necesidad de distinguir lo auténtico de lo espúreo. El arte de discernir, en un texto transmitido bajo la unidad de autor, de título y de pensamiento, el texto auténtico del espúreo se afinó en extremo, llegando a conseguir óptimos resultados. Comenzó, en consecuencia, el tiempo de las ediciones críticas.
Más difícil todavía era el problema de acertar la evolución interna de un pensador determinado, sobre todo cuando en su pensamiento aparecen ciertas rupturas, reales o ficticias. Hay casos en los que un mismo pensador aparece distinto, real o ficticiamente, en épocas diversas de su producción literaria. Y así, por ejemplo, hoy en día se habla sin pestañear del primer y del segundo Heidegger.
Hay diversos métodos, incluso opuestos, de interpretación, que llegan a veces a conclusiones contrarias. En cierta ocasión seguí las lecciones que un distinguido biblista impartió sobre Los Hechos de los Apóstoles, defendiendo, con buenos argumentos, la unidad estricta de esta obra neotesta-mentaria; dos años después seguí las lecciones de otro biblista, no menos distinguido y « dibeliano » exagerado, que negaba, también con buenos argumentos, la unidad literaria de los Hechos.
Algo parecido ha acontecido con la llamada Metaffsica de Aristóteles. En este caso, me parece, el « dibeliano » de turno sería J. Zürcher (cfr. el primero de ños « addenda » de // concetto di «filosofía prima », p. 451 ss.) y el otro comentarista sería el propio Reale.
Sin embargo, Reale centra su crítica sobre todo en Jaeger y en su interpretación evolutiva del pensamiento metafísico aristotélico tal como aparece en la Metafísica.
La Metafísica es una obra que, según Jaeger, integra pensamientos de juventud, de inspiración platónica, un pensar propio evolucionado y deseo-nexo del anterior y, en tercer lugar, un pensar más bien físico o fundado en datos empíricos. Es decir, la Metafísica contiene un « totum revolutum », que necesita ser diseccionado para poder ser visto con claridad. Es, por ello, una obra que no tiene unidad literaria ni unidad de pensamiento o unidad doctrinal. Por consiguiente, no se puede leer la Metafísica como si fuera una obra sobre un solo tema aunque considerado bajo diferentes puntos de vista. De aquí, por tanto, la necesidad de cambiar el puesto de un libro respecto a los otros y, en un mismo libro, el lugar de los capítulos e, incluso, el un mismo capítulo, el orden de incisos, a fin de dar claridad al pensamiento de Aristóteles y a su evolución interna.
Aun cuando lo acepte en principio, a Reale no le satisface este método, sobre todo por sus consecuencias, especialmente por la negación de la unidad sistemática del libro Metafísica. Y a demostrar esta unidad está encaminado este estudio de Reale.
El libro de Giovanni Reale es grueso, tiene más de 500 páginas. Y es rico en doctrina y en sugerencias. A lo largo de la obra el autor muestra ser sumamente inteligente y poseer una erudición extraordinaria. Todo ello contribuye a darle crédito en sus interpretaciones y valoraciones. Y, como se refiere continuamente a su oponente, nos introduce en el problema aristotélico al mismo tiempo que nos induce a una determinada interpretación.
En la prefazione (XXVI ss.), Reale trata de precisar el sentido de la unidad sistemática. Según él, esta unidad sistemática o pensamiento unitario significa que los pensamientos fundamentales en torno al contenido de la Metafísica se encuentran, si bien retocados y diversamente ambientados, un poco y a su manera en todos los libros que componen la Metafísica. Escribe: ... io ribadisco e dimostro, sulla base dei testi, una omogeneitá spe-culativa e una indisseonoscibile unitá di fondo della filosofía prima (p. XXVII). Y como la diversidad aparente de los temas tratados en la Metafísica se expresa con los términos etiología, ontología, ousiología y teología, Reale intenta justificarlos como otros tantos aspectos de la Filosofía primera y que, por otra parte, son mediables entre sí.
En las interpretaciones genético-evolucionistas del pensamiento aristotélico, tal como Reale se expresa en estos libros, aparecen estos temas de fondo como otros tantos horizontes indecisos y cuya investigación se asigna a la « ciencia que buscamos ». Según los genetistas, estos temas (y otros que podrían señalarse) son irreconciliables entre sí o, al menos, así aparecen en los libros de la Metafísica de Aristóteles.
Según Reale, en cambio, se trata de temas « mediables » entre sí. Esto es, todos ellos son, sin por eso identificarse mutuamente, momentos constitutivos de la unidad sistemática de la « filosofía primera ». Dicho de otra manera: el estudio de los principios y causas, el estudio del ente, el estudio de Dios etc., son notas que pueden considerarse autónomas, pero que se refieren esencialmente a un todo: el objeto unitario de la « filosofía primera ». Así pues, según Reale, no son horizontes indecisos, sino temas bien definidos, aunque no estén, quizás, bien expresados ni definidos de una vez para siempre.
Por otra parte, no hay que convertir un aspecto determinado, como el teológico, en el objeto principal al que se reducirían todos los demás y del que derivaría la unidad de la Metafísica. Por ejemplo, el español Gómez Nogales, que antecede a Reale en muchos aspectos y a quien éste conoce, trató de demostrar que, para Aristóteles, el objeto de la « Filosofía Primera » era Dios o el Primer Motor. Otros, por ejemplo la interpretación clásica escolástica, consideraron al Ser como categoría unificante. Pues bien, sostiene en cambio Reale, todos estos aspectos son igualmente principales y pertenecen, « per se » y conjuntamente, a la ciencia unitaria comprendida como « filosofía primera ».
Dicho en pocas palabras: basándose en los textos, Reale quiere demostrar, en primer lugar, que en todos los libros de la Metafísica y en todos sus capítulos están presentes todos esos aspectos enumerados y, en segundo lugar, que en esos aspectos existen ilaciones o conceptos-contenidos «mediables » que los unifican.
Como señala el autor (p. 15), esta existencia permanente de un núcleo esencial en los libros de la Metafísica es analizada respecto al concepto de «filosofía primera ». Podría haberse continuado este trabajo estudiando otros conceptos fundamentales, como el de « ente » o el de « substancia », por ejemplo. Aunque, de hecho, Reale analiza en buena medida esta unidad de fondo y su existencia respecto al « ente » en el estudio presentando sobre el tema en el apéndice segundo de su obra (p. 409 ss).
Para formarse una idea clara de la pretensión de Reale, nada mejor que leer el párrafo VIII del prefacio (p. XXVIII ss.). En estas pocas páginas resume el sentido y el contenido del « ente » en Aristóteles, explica la presencia del « ente » en toda la Metafísica e indica sus conceptos « mediables ». Estos son, por una parte, la analogía, aplicada a los accidentes respecto a la substancia y, por otra parte, la ordenación, como ley que vige entre las substancias diferentes en grado de perfección y las unifica entre ellas.
Como he indicado varias veces, el autor lleva a cabo su objetivo con suma inteligencia y con un enorme acopio de conocimientos positivos sobre el asunto. En consecuencia, la lectura de estas obras nos hará entrar en profundidad en la intelección del pensamiento aristotélico. Nos hallamos, por otra parte, ante una obra de especialista y que, por tanto, no puede ser ignorada por quien pretenda especializarse en la comprehensión de Aristóteles.
Para terminar y, al mismo tiempo, completando la enumeración del cúmulo de trabajos de Reale sobre Aristóteles, menciono, así mismo, su In-troduzione a Aristotele (Laterza, Bari, 1974), obra de la que se han publicado varias ediciones y que ha sido traducida por la Herder al español, y su Aristotele. Trattato sul Cosmo per Alessandro (Loffredo, Napoli, 1974).
Todo este saber de Reale sobre Aristóteles está expuesto en un lenguaje claro y elegante, que hace muy agradable su lectura. La casa editora o las casas editoras se han preocupado de imprimirlo de forma adecuada, aunque aparezca alguna errata. Así, por ejemplo, « aduaton » (// concet-to... p. 579) en vez de « adunaton », o « al tesi », en lugar de « la tesi» (Aristotele, Metafísica. III, p. 383) y otras de fácil corrección.
Ante semejante obra, uno se queda sin palabras y sin fuerza para objetar. Y está bien que sea así. De este modo, el lector sigue la argumentación en su dinamismo interno y, al final, encontrará medios para defenderse contra la dictadura que, a veces, quieren imponer ciertos intérpretes o interpretaciones. Se escribe, en efecto, para convencer.
Y con esto hemos mencionado, sin quererlo, uno de los defectos de Reale, a saber, el de dar sus interpretaciones sin vacilar. Casi nunca, por no decir nunca, hay un momento como de vacilación, de duda, de interpretación probable; es como si lo que Reale nos dice fuera la verdad sin más. El lema general que podría resumir esta actitud aparece expresado en la frase antes citada: ¡o ribadisco e dimostro.
Nuestro autor no cae en la cuenta del problema implicado en toda interpretación, a saber: ninguna interpretación agota ni puede coincidir con lo interpretado y, en consecuencia, cada interpretación es uno de los modos en que puede ser vertido el pensamiento interpretado, en nuestro caso el de Aristóteles. Quiero decir: toda interpretación no es y no puede ser sino una aproximación y una clave para entrar en el pensamiento de un autor. Siempre que se trate, naturalmente, de una interpretación inteligente, como lo es la de Reale.
Me ha llamado especialmente la atención el tratamiento que Reale hace de Jaeger, benemérito, sin duda, en la historia de las interpretaciones de Aristóteles, como Reale aceptaría, me imagino, de buen grado. Me refiero a esa especie de persecución que Reale ejerce sobre Jaeger, imponiéndole cosas e intenciones que, a lo mejor, le son del todo ajenas. En concreto, no veo la necesidad de empotrar la interpretación aristotélica de Jaeger como si fuera un calco, aplicado a Aristóteles, del sistema teórico del pensamiento de Comte. Menos aún si tenemos presente que, como el propio Reale nos dice (p. XVII), no hay ni indicios (nuestro autor dice dati biografici) que así lo den a entender. Por lo demás, atribuir el abandono del interés de Jaeger por Aristóteles a un reconocimiento implícito de haber errado en todo, me parece un poco exagerado.
Si la exégesis de Jaeger no permanece operante en las interpretaciones actuales de Aristóteles, su espíritu sí que permanece, ciertamente, operante. Y deducir a partir de los resultados concretos inversos de otros autores, como Wundt o Gohlke, la falsedad del método en sí, me parece un modo de concluir fácil, pero falso.
Por lo demás, y esto ya tiene un cierto valor de argumento « ad homi-nem », si el « ente » o Ser es tan multívoco y polivalente como el autor indica (p. XXIX) y, después, justifica (en la « addenda », p. 409 ss.), me parece vano todo esfuerzo por buscar unidad, tanto por parte de Aristóteles como por parte de los intérpretes. Aunque, naturalmente, no es ésta la intención de Reale.
Par otra parte, por así decir, reparos generales no deberían disminuir los méritos de la obra de Reale, indispensable a la hora de decidir sobre los problemas que la Metafísica de Aristóteles contiene.
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