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Texto de la contraportada del libro

 Un franciscano italiano del siglo XIV escribió el libro de las florecillas de San Francisco seleccionando veinticuatro capítulos de un texto latino anterior (Actus Beati Francisci et sociorum eius). Lo tituló “florecillas” porque había escogido los pasajes que consideraba más hermosos y edificantes. No intentó hacer un tratado sistemático, sino una obra de arte, que apela a la belleza, al corazón. Las florecillas están escritas para contemplar, con estupor y admiración, la presencia de Dios en la vida cotidiana.
 
Las florecillas de fr. Guillermo Valle Ibarra reflejan también esa atención afectuosa a la gente y a las cosas. Estas escenas de la vida ordinaria pueden ayudarnos a reanimar nuestra capacidad contemplativa. Enlazan también con la invitación que nos hace el Papa Francisco, en su exhortación “Gaudete et Exsultate, a tener una mirada contemplativa, “cada uno donde se encuentra”, a vivir con amor “en las ocupaciones ordinarias”, percibiendo el mundo como sacramento, espejo del invisible y, por tanto, sintiéndonos movido a la contemplación reverencial. Eso mismo “es lo que vivía san Francisco de Asís, capaz de conmoverse de gratitud ante un pedazo de pan duro, o de alabar feliz a Dios solo por la brisa que acariciaba su rostro” (Laudato si’ 127). Leyendo estos hermosos textos, abramos los ojos del corazón.