Oviedo Lluis ,
Recensione: ANTHONY J. BLASI - JOSEPH F. ZIMMERMAN, Transition from Vowed to Lay Ministry in American Catholicism,
in
Antonianum, 81/1 (2006) p. 179-181
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Estamos viviendo indudablemente un proceso de transformación en la vida consagrada, que se prolonga desde hace algunos decenios y aún no parece haberse estabilizado, aunque algunos signos apuntan cada vez más en una dirección bastante clara. Se ha escrito mucho sobre la vida consagrada después del Vaticano II, pero se han realizado más bien pocos estudios empíricos sobre su evolución en dicho periodo. Probablemente dichos estudios son más útiles para comprender lo que ha ocurrido, que es lo que no ha funcionado, y se intenta corregir los errores.
El libro de Blasi y Zimmerman contribuye a clarificar la historia reciente de la vida religiosa en el contexto norteamericano. Presenta un estudio en profundidad de tres entidades pertenecientes a tres congregaciones, dos masculinas y una femenina; entre las masculinas se encuentra la Provincia Franciscana (OFM) de Sacred Heart. El sondeo ha recogido opiniones y datos tanto de miembros actuales de esas entidades, como de un buen grupo de hermanos y hermanas que han abandonado la vida consagrada. Se sigue una pauta similar a otro estudio sobre los jesuitas y ex-jesuitas norteamericanos, que dio bastante que hablar cuando se publicó: Passionate Uncertainty (2002). El intento es de describir los motivos que han llevado a esos cambios, que han sido bastante dramáticos para las personas y las instituciones, y de determinar hacia donde apuntan, visto que esas crisis no tienen por qué inscribirse en un esquema de secularización o crisis religiosa, sino de transformación de las instituciones religiosas, o de la configuración de los ministerios en la Iglesia Católica.
El libro recorre el proceso que lleva de una estructura estable y bien ordenada a otra mucho más dinámica e imprevisible, y que favoreció grandes cambios a partir de mediados de la década de los sesenta. Los testimonios directos de los entrevistados describen los años de formación, las formas de comportamiento, los ajustes necesarios y las dificultades que encontraron muchos en aquellas circunstancias, cuando se vivía dentro de un programa cerrado y de una rutina donde todo se daba por descontado. Los cambios de mentalidad y estilo provocaron en muchos desconcierto o síndromes de inadaptación, o búsquedas que les llevaron más allá de los límites de la vida comunitaria
Las cifras estadísticas completan el panorama, y de ellas se aprende a valorar las distintas oleadas de abandonos, que alcanzaron un cenit en los años sesenta y en la segunda mitad de los ochenta.
Los autores tratan de descubrir motivos que expliquen diferencias entre los que se fueron y los que se quedaron. Se percibe que, en comparación, los que han abandonado procedían de un ambiente familiar menos estable (26). También se analiza la formación de los padres de los consagrados, y se descubre que, a medida que crece su nivel académico, disminuye el grado de perseverancia de los religiosos (32).
Un tercer capítulo repasa la edad de entrada en la vida religiosa y el problema que ha supuesto el reclutamiento infantil: parece que cuanto más temprana ha sido la edad de entrada al seminario, menor es la perseverancia que cabe esperar, aunque la diferencia no es muy significativa (57).
El cuarto capítulo estudia la formación inicial y sus repercusiones. Se acumulan los testimonios, pero la pauta es similar: aunque las generaciones que abandonaron en las décadas pasadas fueron formadas para la docilidad y la obediencia, el tenor de los estudios realizados. – por escaso que fuera – siempre terminó configurando una mentalidad crítica que tarde o temprano entraba en contraste con la línea formativa de la sumisión.
Los motivos de abandono ocupan otro capítulo, en el que pasa revista a distintos sondeos y enfoques. Persiste el problema con el celibato, aunque las cifras que se ofrecen no permiten una estimación más precisa. Por supuesto emergen también los problemas con los superiores o de obediencia, el haberse “quemado” por exceso de dedicación, los conflictos ideológicos, pues a menudo los que han abandonado asumían posiciones más liberales. Se recogen varios testimonios personales, y el estudio apunta más bien a un sentimiento de perder los vínculos y las razones que motivaban la continuidad de un proyecto vocacional. Los autores muestran que la mayoría de los ex-religiosos están implicados en trabajos pastorales y asistenciales, lo que justifica el subtítulo del libro: se observa una transición del ministerio ordenado, que requiere la condición del celibato, al ministerio laical. La experiencia de ruptura y reacomodación parece menos traumática, en los testimonios recogidos, de lo que fue tiempo atrás
Un nuevo capítulo analiza la situación actual de los ex-religiosos, donde se descubre que en su mayoría conservan un buen perfil espiritual y una sensibilidad aguda en torno a los pobres, lo que implica un potencial positivo y una continuidad con la formación recibida, que puede ser aprovechada en la formación de “futuros ministros laicos”.
El libro ofrece un buen repaso de la historia pasada y de la situación actual de ese grupo numeroso de religiosos que han abandonado, pero que constituyen un sector con un gran potencial eclesial y humano. Da la impresión de que el estudio se ha orientado más a comprender los problemas de estas personas y sus posibilidades, sobre todo por las implicaciones que deduce a lo largo del texto, que a afrontar el problema que supone todavía hoy para todos los Institutos de consagrados la hemorragia de candidatos y profesos perpetuos.
Ciertamente las investigaciones empíricas en este campo se orientan según los intereses en juego, pero creo que hubiera sido interesante contar con cifras más precisas sobre los porcentajes de motivaciones inmediatas de abandono, clasificadas en torno a los 5-6 factores más habituales, entre los que suelen destacar los problemas afectivos a con el celibato. De todos modos esta investigación resulta muy útil a la hora de reconstruir las dinámicas que han marcado la evolución de la vida consagrada desde hace cinco décadas, y en especial en el contexto americano. Lo cierto es que se desprenden consecuencias no sólo para orientar la vida y opciones de los que han dejado la consagración, sino también para quienes siguen, y están obligados a aprender de los propios errores a la hora de diseñar sus opciones y estilos presentes: cuando la crisis vocacional es evidente, hay que afinar mucho más la orientación de vida y de la institución para evitar ulteriores agravamientos.
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