Carbajo-Núñez Martín ,
El Belén de San Francisco en Greccio (1213-2023),
in
La Franciscana, 4 (2024) p. 9
.
Estas navidades se cumplieron ochocientos años del belén viviente que Francisco de Asís celebró en Greccio (Italia), cuatro años después de su regreso de Tierra Santa. Inició así la tradición «del hermoso signo del pesebre»[1] y dio origen al «particular e intenso clima espiritual que rodea la Navidad»[2]. En efecto, la tradición popular siempre ha considerado a San Francisco como el iniciador y propagador de los belenes.
«Greccio se convierte en una nueva Belén»
Francisco realizó aquella celebración en plena naturaleza, en el hueco de una roca. No usó imágenes, sino sólo seres vivos. Quería que los verdaderos protagonistas fueran los presentes, incluyendo el buey y el asno que, según la exégesis patrística, representaban a los hebreos (buey) y a los paganos (asno). Por lo tanto, todos los pueblos y todas las creaturas fueron incluidos. Tomás de Celano afirma que también «la selva resuena de voces y las rocas responden a los himnos de júbilo» (1Cel 85). Mostró así que los tiempos mesiánicos, en que la fraternidad cósmica será plena, ya habían comenzado en Belén.
Francisco prepara la fiesta con gozo inefable, resaltando la pobreza y la simplicidad que rodean el nacimiento de Jesús. El sacerdote celebra «la misa sobre el pesebre» (1Cel 85) y Francisco predica al pueblo «con tierna afección». La profunda alegría que experimentan los presentes sirve de confirmación de que el Niño Jesús había renacido en sus corazones. La veracidad del evento queda también validada por la visión de un varón virtuoso, que observó a Francisco «estrechando entre sus brazos» a un niño hermoso.
Haciendo el Belén, hacemos teología práctica
También hoy, la representación del Belén es un modo de celebrar que formamos una gran familia cósmica y que tenemos que superar barreras y prejuicios. Al hacerlo cada año, «utilizamos los materiales más dispares» (AdS 1), pues nada ni nadie debe ser excluido. Con frecuencia incluimos «ruinas de casas y palacios antiguos» que son «signo visible de la humanidad caída» (AdS 4) y que, al mismo tiempo, nos ayudan a reconocer en Jesús al salvador que ha venido a sanar y a construir un mundo nuevo.
Los pastores, mendigos y otros personajes humildes que ponemos en los belenes muestran que son «los más pobres quienes mejor saben acoger el acontecimiento de la Encarnación» (AdS 5), mientras que «el palacio de Herodes está al fondo, cerrado, sordo al anuncio de alegría» (AdS 6).
Pidamos al Niño-Dios una fe profunda para ver el cielo estrellado en medio de las tinieblas de la noche. En una sociedad consumista e híper-acelerada, necesitamos volver, metafóricamente, al refugio de Greccio para escondernos en la roca y dejarnos «envolver en el silencio» (AdS 3).
Martín Carbajo Núñez, OFM
[1] Papa Francisco, « Admirabile signum. Carta apostólica» (1.12.2019), [ AdS] n. 1. Esta exposición se basa en el libro: Carbajo-Núñez Martín, Celebrando la vida: La Regla y Greccio (1223-2023), Efarantzazu, Vitoria-Gasteiz 2023.
[2] Benedicto XVI, «Audiencia General» (23.12.2009).
Parole chiave: Belén, Francisco de Asís, Greccio
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