Oviedo Lluis ,
Recensione: RON BRINITZER, Religion - eine institutionen-ökonomische Analyse,
in
Antonianum, 80/4 (2005) p. 725-728
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Sumario en español:
Los fenómenos religiosos pueden ser observados y comprendidos desde distintos puntos de vista: el más específico es el teológico, naturalmente, pero también se ocupa de la religión desde hace tiempo la filosofía, y después la psicología y las ciencias sociales; últimamente se añaden a la lista de invitados a conocerla mejor la economía y las ciencias cognitivas. Para quien piense que lo religioso ya no tiene actualidad, debería dar una ojeada a las bases de datos bibliográficos especializados, ahora que están cómodamente disponibles en formato electrónico, para darse cuenta de cuánto interés todavía despierta esa realidad en disciplinas diversas. Quizás se trate de síntomas de resistencia en un ambiente de declive, o quizás esa tendencia puede ser leída como un cierto acoso secularizador, por cuanto la religión deja de ser objeto exclusivo de la teología y pasa a ser un dominio de teorías seculares que, a menudo, al mismo tiempo que analizan, reducen la religión a un fenómeno puramente social o psicológico y la desnaturalizan.
Dejando de lado los juicios de valor sobre esta profusión de estudios sobre la religión, conviene centrarnos en una obra que recoge y presenta de forma ordenada el esfuerzo actual de la teoría económica por comprender mejor procesos religiosos. Se trata de una tesis doctoral “a la alemana”, con profusión de datos y de información, y casi exhaustiva al abordar su objeto de estudio. La obra se inscribe dentro de una colección sobre “religión y sociedad”; en ese ámbito se demuestra cada vez más útil el instrumento teórico de la economía para comprender las difíciles relaciones entre ambas partes.
El autor ha organizado su material de forma “económica”: los temas que se plantean desde la parte de la “demanda”; los que surgen desde la parte de la “oferta”; y los efectos económicos no previstos de la religión.
La primera parte sirve para replantear la evolución reciente de la teoría económica en su aplicación a las decisiones que toman los sujetos ante la cuestión religiosa. Brinitzer inicia su análisis con la teoría neoclásica de la opción racional y postula, tras señalar sus límites y los vínculos de toda forma de racionalidad – que nunca es completamente pura – un modelo más “institucional e ideológico”, que condiciona la opción racional. Está claro que cuando se tienen en cuenta dichas variables – marco institucional, esquemas mentales e identidad – se complica un tanto la decisión del sujeto, lo que requiere una ampliación del modelo económico que tenga en cuenta tanto la dinámicas institucionales como las cognitivas.
Un modo de simplificar la complejidad es registrar, como hacen algunos estudios, el fuerte vínculo entre el marco institucional y la configuración de modelos mentales que sirven para encuadrar lo real, y que son facilitados o condicionados por la misma institución. Un conocido artículo de Denzau y North (1994) sirve como base para la aplicación de esa teoría a la formación de “ideologías religiosas” dentro de marcos institucionales históricos, en la tensión entre la necesaria estabilidad y la flexibilidad que requiere la adaptación a contextos cambiantes y a la necesidad de evitar formas de “disonancia cognitiva”. De este principio se deducen algunos detalles sobre las inversiones necesarias para mantener la plausibilidad, los costes de las reformas, y las dinámicas de dominio de un mercado en medio de fuertes presiones sociales y culturales.
En la parte de la oferta las cosas tampoco son simples. En general, se trata de considerar a las comunidades religiosas como “empresas” que ofrecen un tipo de servicios, los religiosos, y que por tanto se someten a la lógica que preside ese tipo de organizaciones: competencia, conquista de mercado, incremento del balance de ganancias… También en este caso se revelan los límites del modelo neoclásico para, después, incluir nuevas variables que reflejen mejor la complejidad de la situación.
El autor analiza la naturaleza del “bien” (en sentido económico) que es la religión. Ante todo se evidencia su “inseguridad e inmaterialidad”, lo que vuelve ese bien extremamente precario y sujeto al oportunismo y abusos (162), por ejemplo a causa de las asimetrías de información entre agentes y consumidores. Esa situación de precariedad exige un alto nivel de confianza como condición que asegure la viabilidad de las transacciones entre las partes. Se requiere entonces una inversión en favor de la credibilidad que facilite la confianza del consumidor ante el proveedor de religión: por ejemplo, a través de la experiencia acumulada, la reputación y el cumplimiento de contratos. Las instituciones religiosas se esfuerzan por consiguiente en generar confianza en sus potenciales clientes, incluso a través de signos que transmitan la sensación de durabilidad, como grandes templos y otros signos de credibilidad histórica. No obstante, la estrategia mejor requiere inversiones y se suele centrar en la atención personal y en el testimonio desinteresado de los “clientes satisfechos”; junto a ello cuenta mucho el “estilo de vida” de los suministradores de servicios religiosos como indicador de confianza. Quizás todo esto podría conjugarse en el modelo del llamado “marketing relacional”.
De todos modos, hay que contar con elementos culturales que refuercen una identidad necesaria como base de la credibilidad y la estabilidad: los símbolos, los mitos y los rituales juegan un claro papel al respecto.
Otro modo de asegurar la confianza y afrontar la precariedad en las transacciones es la constitución de una forma comunitaria en la que la participación de los miembros establece vínculos y hace más previsibles las relaciones. Surge entonces el problema del “aprovechado”, que afronta la organización religiosa cuando alguien saca partido de las oportunidades ofrecidas sin invertir en los costes de la misma. Se trata de un tema muy estudiado por Iannaccone y que sirve de base al desarrollo de Brinitzer. Las estrategias de rigor y control son las respuestas más comunes al problema; pero hay que distinguir en ese caso entre el modelo de iglesia y de secta en la gestión de dicha amenaza, lo que puede plantear dos modelos de “equilibrio” o tensión entre el grupo religioso y la sociedad en la que se inscribe. Todo ello desemboca en el tema de la organización de las comunidades religiosas, y plantea otra dimensión a tener en cuenta en la consideración económica: la forma de organizar una determinada entidad tiene de hecho una fuerte relevancia en la gestión de costes y beneficios y en la forma de afrontar la precariedad. Se repasan varios modelos concretos de organización eclesial y se apunta a las inversiones necesarias en cada tipo, fundamentalmente tres: la forma jerárquica, la franquicia y la cooperativa, según el grado de centralización. A esta clasificación se superpone una segunda que tiene en cuenta la atribución de la “facultad de interpretación”; de lo que resultan otros tres tipos: el profético, el doctrinal y el codificado. En el primer caso, la interpretación del mensaje religioso corresponde a una autoridad central, que deja poco espacio a los fieles; en el segundo los fieles disponen de mayor capacidad de interpretación, pero se establecen algunos vínculos y límites, y en el tercero, no hay autoridad y todo queda a la libre lectura de los individuos. Según Brinitzer, la Iglesia Católica es un claro ejemplo del primer caso, la Iglesia Evangélica en Alemania del segundo, y los movimientos esotéricos del tercero. Esta distinción tiene repercusiones también a la hora de representar las relaciones de competencia entre distintas ofertas religiosas y a la hora de establecer la “particularidad” católica, o su monopolio, que, no obstante, conoce cierto dinamismo, como ya observara Iannaccone entre otros con la idea del Catholic effect.
La última parte del libro se ocupa de los “efectos económicos no previstos de la religión”. Se refiere a su repercusión en la eficiencia de distintos sectores: la producción y el bienestar social. También se toman en consideración las cuestiones que afectan al “capital social” y otros temas en el interfaz entre formas religiosas y organizaciones económicas, como son las cuestiones de las redes productivas y sus dimensiones más convenientes. Para el autor, la función de la religión en ese contexto consiste en “producir un potencial de sanción interno en la dirección de una internalización normativa que crea capital social” (411).
La obra de Brinitzer constituye todo un tratado sobre la visión económica de los procesos religiosos, y es de suma utilidad para quien quiera conocer en detalle la aportación de la mirada económica al entendimiento de lo religioso. Si se puede señalar algún límite, caben al menos un par de consideraciones. La primera es interna al texto: a menudo se percibe un desfase entre la complejidad del análisis teórico y la excesiva simplificación de los ejemplos y casos históricos que aporta el autor; considero que debería ser más cauto al respecto, pues dichas simplificaciones traicionan el espíritu de una obra cuya finalidad confesada es superar precisamente la excesiva simplicidad del modelo neoclásico. Segundo, más como ausencia del texto, sería bueno tener en cuenta que la teoría económica y de la gestión todavía abren otros campos que se están explorando y que pueden resultar muy útiles para la comprensión del fenómeno religioso en su complejidad; por ejemplo: la teoría de la segmentación del mercado religioso, la aplicación del análisis de la “cultura organizativa” a las instituciones religiosas, la extensión de varias ideas del marketing a la oferta religiosa… Se trata de un amplio campo todavía por explorar, y que estudiosos como Brinitzer podrían contribuir a un mejor aprovechamiento de los recursos allí disponibles.
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