Oviedo Lluis ,
Recensione: W. Stegemann, Religion und Kultur,
in
Antonianum, 79/2 (2004) p. 378-381
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Sumario en espaņol:
Hace mucho tiempo que se habla y se escribe sobre religión y cultura, con varios matices y acentos. Si se han incrementado últimamente las publicaciones sobre este tema, cabe deducir que hay elementos nuevos en esa relación, o bien se anuncia un cierto “cambio de paradigma”, la introducción de métodos o formas de observación diversos de los habituales. La novedad reside, a mi modo de entender, en la recepción, en sede teológica, de los análisis y del estilo de los Cultural Studies, que, en cierto modo, han revolucionado la comprensión de la cultura, y afectan a la larga al modo de entender la interrelación con el factor religioso. No sólo, la misma tarea teológica se ve implicada en el proceso de revisión que promueve el nuevo paradigma.
La obra colectiva que presentamos es una buena muestra de ese cambio de tendencia, una revisión de varios de los sectores teológicos más afectados por la transformación descrita, en la que los alemanes también reivindican un puesto, aunque la paternidad de la misma se atribuye más bien a franceses e ingleses.
El libro contiene 13 ensayos que cubren diversas áreas de interés: desde los estudios bíblicos a los análisis de la religión, del pluralismo religioso, la teología feminista y el protestantismo.
El primero de ellos está entre los de mayor interés. Su autor es Ch. Strecker, y analiza el efecto del “giro cultural” en la exégesis del Nuevo Testamento. Inicia con una larga explicación sobre el significado de ese “giro”, muy útil para quien no esté familiarizado con el tema. Se trata del paso de una comprensión de la cultura como “ambiente del sentido”, unificante y global, a una idea de la misma que prima la diferencia y el conflicto, y que, en conexión con la percepción postmoderna, pone en crisis la idea de “representación”. Su efecto en la exégesis se percibe a tres niveles: incremento de la reflexividad en los autores; desplazamientos en el campo del método; y una ampliación de los temas (32), que incluye el rescate de dimensiones de lo cotidiano un tanto descuidadas.
Stegemann, por su parte, se refiere al debate sobre el concepto “religión”, para evidenciar su carácter cultural, es decir construido dentro de las claves de la visión ilustrada, una tesis que ya hizo explícita E. Feil. El autor sugiere ampliar la idea de “religión” más allá de su reducción objetivante occidental.
Otra reconstrucción de la “realidad religiosa”, esta vez en clave de análisis retórico, la ofrece P.L. Oesterreich, a partir de un repaso de obras de Agustín, Tomás y Lutero; el autor invita a aprovechar ese instrumento para situar mejor todo discurso teológico, su “diferencia” respecto de la realidad que describen.
La cuestión de las religiones y la violencia atrae la atención de dos contribuciones. La primera, de J. Track, analiza el “potencial de violencia y pacificación” en las mismas, para exigir una superación del fundamentalismo. La segunda, de D. Becker, se centra más bien en las manifestaciones violentas de la cultura, así como en la virtualidad de la religión – en las claves del pensamiento de Girard – para superar ese círculo insidioso.
Otro artículo revisa la relación del protestantismo con la cultura. W. Sommer, examina la “continuidad y discontinuidad” de esa relación desde Schleiermacher, una visión histórica que pone en evidencia la sucesión de momentos de convergencia y de rupturas en ese escenario, lo que hace pensar de nuevo en la multiplicidad de formas culturales y estrategias que puede asumir la teología.
Siguen una serie de contribuciones que más bien exponen “casos de estudio” en el fecundo interfaz que promueven las ciencias de la cultura en relación con la teología. Uno de ellos es la teología de las religiones, y en concreto la percepción cristiana – inevitablemente construida – del budismo japonés. Otro revisa – dentro del ámbito bíblico – la comprensión cultural en textos tempranos del Antiguo Testamento. Más allá se encuentran algunos de los temas más familiares en el ámbito de los Studies: género y raza, siempre desde una perspectiva teológica. En un caso se explora el fértil campo de los estudios de la cultura y del género en su incidencia en la teología feminista; en otros dos se visitan temas raciales en la comprensión del cristianismo o en una teología desde la experiencia de las nuevas espiritualidades, muy marcadas racialmente, como el pentecostalismo.
El penúltimo artículo considera el desplazamiento de la idea de Dios en una sociedad multicultural, e inevitablemente pluralista en lo religioso; procesos de deconstrucción y reconstrucción apuntan a una necesaria tarea de rescate o “re-presentación” cristológica, para evitar la banalización de esa idea, un peligro que ha sido expuesto ya por varios autores del área norteamericana, en conexión con la “cultura del consumo”.
Un último artículo reflexiona sobre las “hermandades femeninas protestantes” y su significado cultural, que puede ser leído en clave vanguardista o de “subcultura” emancipadora.
El libro reproduce a color, a lo largo de sus páginas, varias láminas del conocido pintor surrealista R. Magritte, probablemente con la intención de conectar la subversión de la representación visual que promovió este clásico del siglo XX, con la movilidad de la representación cultural y religiosa, que se percibe en el presente, y que ha sido objeto de análisis.
El panorama que se ha presentado hace pensar en la fecundidad de la recepción teológica de los estudios sobre la cultura, con su énfasis en la reflexividad, la crítica y la crisis de la representación y el sentido, más allá de los intentos de algunas formas de hermenéutica clásica de asegurar un acceso universal al sentido. No es del todo nuevo ese enfoque; al menos el libro de K. Tanner, Theories of Culture, del 1997, anticipa muchas de esas ideas; otras aplicaciones son características de la Radical Orthodoxy. Pero es interesante registrar su presencia en el ambiente alemán, así como las aplicaciones que se pueden hacer de dicha corriente en el campo teológico. Ciertamente, surgen algunas reservas sobre la utilidad y alcance de dicho instrumento, de cara a una teología que más bien necesita certezas, y menos deconstrucción o reflexividad crítica. Personalmente creo que los Cultural Studies deben utilizarse para deconstruir las formas culturales más ajenas y opuestas a la fe, no a la misma teología, que ciertamente también es susceptible de una observación crítica en grado de evidenciar sus presupuestos escondidos, su carácter particular y conflictivo. Pero entonces dejamos de hacer teología; pues la reflexión teológica quiere ser más bien una reivindicación implícita de todo lo contrario, de que existe un tipo de discurso capaz de crear comunión, de salvar y de proveer esperanza. La teología representa el intento – a un nivel muy abstracto – de bloquear el exceso de reflexividad, de ponerle un límite, o como dice Luhmann, de esconder las paradojas que ese proceso genera; eso es en definitiva lo que se llama “fe”. Si no se tienen en cuenta estas “diferencias” – entre discurso de la fe y análisis crítico – se arriesga con perder toda la significatividad del mensaje cristiano. Quizás exista un ámbito, en la teología fundamental, cuando se plantean las cuestiones de método teológico, en el que se nutre una actitud madura, consciente de esa “constitución débil” del lenguaje de la fe, sometido, como los demás lenguajes humanos, a todas las formas posibles de revisión crítica o deconstrucción. Pero dicha toma de conciencia, como sugiere alguno de los artículos, tiene sentido como recuerdo de que la fuerza de dicho lenguaje no reside en su racionalidad o en su imbatible coherencia, sino en su referencia a la fe vivida y a la trascendencia que lo funda
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