Oviedo Lluis ,
Recensione: G. Kruck, Gottesglaube, Gotteserfahrung, Gotteserkenntnis,
in
Antonianum, 79/2 (2004) p. 381-383
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Sumario en espaņol:
La teología fundamental intenta desde hace años tematizar la compleja relación entre experiencia religiosa personal y la fe, en el sentido cristiano básico; estas dos dimensiones se conjugan también con la del conocimiento religioso o teológico. El problema, como se puede comprobar, es amplio y no ha dejado de estar de actualidad, aunque haya conocido tiempos de mayor incidencia teológica. En todo caso parece que cualquier aproximación reflexiva a la fe debe tener en cuenta la experiencia vivida, y que la teología fundamental debe ocuparse asiduamente del estudio de dicha relación, sobre todo si se entiende esa disciplina de forma menos “dogmática” y más como un tratado de “frontera”, abierto al diálogo interdisciplinar y a las cuestiones fundativas o del método teológico.
Cabe preguntarse qué hay de nuevo en este campo que motive la publicación de una obra colectiva en la que colaboran los mejores autores de la especialidad en lengua alemana, reunidos previamente en unas jornadas de estudio. Seguramente se ha movido un poco el ambiente teológico alemán en los últimos años, a pesar de la impresión que se tiene de “relativo estancamiento”, y se han producido algunas aperturas de interés. Perviven, claro está, las inspiraciones que han caracterizado a la investigación fundamental en esa área durante las últimas décadas: la tradición trascendental, la hermenéutica y la crítica; pero coexisten con algunas tendencias de otra procedencia: el pragmatismo americano junto a la tradición analítica, la nueva teología negativa inspirada en Derrida, y algunos desarrollos de la fenomenología radical que han crecido sobre todo en suelo francés.
Con las 14 contribuciones recogidas se ofrece un panorama casi enciclopédico – por la variedad – de un tema de gran amplitud, y que admite sin duda alguna multiplicidad de accesos teóricos, según el contexto en el que se sitúe. Intentaré una rápida y selectiva síntesis de una obra que exigiría un análisis mucho más pormenorizado.
En primer lugar, contamos con dos artículos que aprovechan los impulsos de la tradición crítica, que cabe extender desde Adorno hasta Habermas, en la línea que ya exploraron Peukert, Arens y tantos otros. Sus autores Lutz-Bachmann y Watzka replantean el sentido de lo religioso desde la “dialéctica de la Ilustración” hasta las propuestas procedurales de Habermas. Se apunta a la conveniencia de que la religión entre en diálogo con la filosofía y participe en las tareas de una amplia reflexión ante los problemas actuales, aunque las dudas se multiplican a causa de la visión un tanto reductiva de Habermas.
Los siguientes artículos conectan el tema del libro con la primera generación del pragmatismo americano. Sus autores, Deuser y Jung, plantan dos aproximaciones un tanto opuestas, seguramente porque los estilos de sus respectivos autores de referencia también lo son: Peirce y Dewey. Mientras en el primer caso, se sugiere la posibilidad de aplicar la “semiótica categorial” a una relectura, en clave de teología filosófica, de la “hipótesis divina” y de la Trinidad, conectándola a la experiencia de fundamentación, en el segundo se mantiene una orientación más holística; en este caso, la experiencia última de la persona constituye una apertura a las varias “opciones vitales”, en un tono que más bien seculariza, en la línea de cierta teología liberal, el sentido de la opción religiosa.
Un tercer par de artículos insisten en la herencia del pensamiento trascendental, con dos de los autores más notorios en ese campo: Schaeffler y Werbick. El primero conecta su conocido argumento de la “experiencia como diálogo con la realidad” y el acceso a la historia salvífica, base de la religión positiva. El modelo trascendental es profundizado por Werbick en otra clave, desde la crítica a Nietzsche y el desplazamiento del sujeto trascendental, referido a la propia identidad (típico de Verweyen), al de la alteridad, a través de la categoría de Würdigung (valoración o reconocimiento).
Siguiendo el mismo ritmo, que organiza a pares las aportaciones, encontramos dos artículos que intentan rentabilizar en campo teológico las ideas de Derrida, así como las de su amigo Vattimo. Este intento no es nuevo, y se puede hablar de una modalidad de “teología negativa derridiana”, objeto de discusión en los últimos años, un debate en el que destacan nombres como Marion y Caputo. En todo caso los autores Wohlmut y Enders nos introducen en esta línea reflexiva y ofrecen una valoración crítica pertinente de la misma.
Los siguientes dos artículos cambian de tono y de ambiente filosófico de referencia, para sintonizar con la tradición analítica y algunos de sus mejores representantes en el campo de la filosofía de la religión. Ricken presenta las claves del pensamiento de Swinburne, Plantinga y Wittgenstein (por ese orden) respecto de la experiencia religiosa y su tematización. Kreiner, por su parte, desde esos mismos autores, describe las condiciones específicas en las que se plantea la racionalidad religiosa como una forma específica de razón.
Se rompe el ritmo que hasta ahora se había mantenido, pues son tres los autores que se sitúan en el último tramo del libro, donde se plantea la cuestión de la experiencia religiosa y su conocimiento. Todos ellos aprovechan la corrección que la fenomenología radical de Levinas y Michel Henry hace de la hermenéutica. Tanto Greisch, como Hattrup y Fischer, cada uno a su modo, siguen el proceso de revisión que ha llevado de Kant a Heidegger, y después a Levinas y Henry, aprovechando el tópico de la “huella” de lo divino, por un lado, o la inversión de las categorías de “buscar” y “encontrar” que provoca Levinas, por otro.
Produce cierta satisfacción comprobar que la teología y la filosofía de la religión alemanas son capaces de salir de su espléndido aislamiento, que les hacía beber sólo de sus propias fuentes, y exploren territorios intelectuales más bien ajenos a la tradición germánica; se trata quizás de todo un “signo de los tiempos”, quizás de una forma de “globalización teológica”. Pero es más interesante constatar la pluralidad y riqueza de accesos que configuran hoy el repertorio con el que cuenta la teología fundamental a la hora de plantear las cuestiones que le son más pertinentes, aunque hayan sido descuidadas en los desarrollos más dogmáticos de la disciplina. El libro colectivo que hemos presentado debería tenerse en cuenta a la hora de proponer los distintos contextos en los que se vuelve posible conectar la experiencia religiosa, la fe confesante y la racionalidad. A cada uno se le deja la facultad de escoger el cuadro cognitivo que parezca más conveniente y útil. Ciertamente “no están todos los que son”, y se echan de menos algunas propuestas recientes en conexión con el nuevo pragmatismo americano, o el nuevo realismo, algunos de los cuales han sido recensionados últimamente en nuestra revista. Ninguno es perfecto, pero el libro dirigido por Kruck recoge sin duda lo mejor y más significativo de las tradiciones disponibles en torno al acceso racional a la experiencia religiosa y a la fe.
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