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Datos sobre la publicación:
Recensione: JÖRG M. KASTL, Grenzen der Intelligenz: Die soziologische Theorie und das Rätsel der Intentionalität

 
 
 
Foto Oviedo Lluis , Recensione: JÖRG M. KASTL, Grenzen der Intelligenz: Die soziologische Theorie und das Rätsel der Intentionalität , in Antonianum, 77/2 (2002) p. 374-377 .
Sumario en español:

La reflexividad característica de la madurez moderna produce continuamente estudios y revisiones en torno a las pretendidas adquisiciones de la inteligencia racional. Un caudal de obras reparan en los límites reales de nuestro conocimiento, y se perfila una especie de nuevo género o disciplina: una teoría de las limitaciones cognitivas en diversas áreas científicas o filosóficas. Se afirma de este modo una acepción de la modernidad, al menos desde Kant, que se opone a otra línea ilustrada: la del progreso indefinido. Sin embargo, sólo en este último tramo histórico se decanta de forma más explícita y elaborada una visión de las “fronteras del conocimiento humano” y de sus implicaciones en diversos campos.

El libro que comentamos ofrece un buen ejemplo de esa tendencia, y supone una contribución significativa en el corpus filosófico de la conciencia limitada. Su autor aprovecha la ocasión que brinda la institución germánica del Habilitationsschrift para llevar a cabo una profunda investigación en torno a los límites de la inteligencia sociológica, o – tout court – de la comprensión de la realidad social. El instrumento del que se vale es el análisis fenomenológico, y su ataque se dirige a uno de los puntos más débiles de toda teoría social: la cuestión de la intencionalidad, o bien, en términos sociológicos, la posibilidad de insertar la dimensión “micro” o de los motivos individuales, en la “macro” o de las dinámicas sociales en su conjunto. Desde al menos Max Weber – entre otros – hasta Luhmann, se trata de un problema irresuelto y que admite muchas versiones o respuestas parciales: desde las que apuntan al papel esencial de las intenciones individuales o de la acción personal como clave que permite comprender los procesos sociales, hasta las soluciones sistémicas, que se valen de conceptos abstractos como la “interpenetración”. Lo cierto es que se trata de un límite notorio en la historia del pensamiento sociológico, pero no por ello menos susceptible de nuevas revisiones.

Kastl inicia su recorrido con la revisión de los problemas en torno a la fundación de una “ciencia sociológica”, como “ciencia del espíritu”, y no de la naturaleza, cuyo sujeto último es una “realidad autorreferencial” que, desde Kant, se denomina “inteligencia”, y que, en este caso particular, no se refiere al sujeto, sino al “discurso”, al “sistema social” o a la “comunicación” (9). Esta situación se reconduce al problema de la “construcción” del propio objeto de estudio y de las aporías que derivan de la asunción de un estatuto constructivista para esa teoría. La intención del autor es entonces, con la ayuda de los análisis de Husserl, Heidegger y Merlau-Ponty, mostrar los límites de esa forma de “inteligencia” que se constituye en una entidad autorreferencial y, al mismo tiempo, contribuir a una comprensión adecuada del “enigma de la intencionalidad”, tal como se da en la construcción de las teorías sociológicas.

No es nada fácil seguir la argumentación y el recorrido de Kastl en su intento de lectura fenomenológica de las elaboraciones sociológicas. Se entrecruzan varias metodologías y un lenguaje siempre complejo. El autor organiza en cuatro grandes partes su crítica, sirviéndose de la figura de una “sinfonía”. La primera se titula “Lo individual visible” y se concentra en los esfuerzos por reducir el mundo de la vida en categorías comprensibles, un intento siempre parcial e inacabado, tanto en las ciencias empíricas, como en las humanas. Su expresión más cabal se encuentra en la “sociología comprensiva” de Max Weber, como esfuerzo por vincular la comprensión de los fenómenos sociales al individuo atomizado, lo que implica una recuperación de la experiencia o del husserliano “mundo de la vida”. De ahí surgen las dificultades por tematizar esa dimensión, como revelan las teorizaciones de Habermas y de Hahn, incapaces de hacer las cuentas con la intencionalidad del sujeto. El autor denuncia la tendencia sociológica a “responder las cuestiones de la intencionalidad con la ayuda del tópico concepto clásico de subjetividad” (44), en el sentido de una entidad autofundada. En definitiva, todo el método sociológico se resuelve en una dialéctica circular entre la dimensión objetiva de la realidad social y la subjetiva de sus elementos; el “enigma de la intencionalidad” se resuelve en esa referencia mutua entre subjetividad y su límite objetivo que es lo social, que a su vez es producto de la acción personal (55). Kastl se empeña en una “reducción fenomenológica de esa dialéctica”, para mostrar la husserliana constitución del individuo como un conjunto entrelazado de lo humano, lo compartido con otros y el lenguaje, que se sedimenta históricamente; un punto de vista que recupera dimensiones necesarias, aunque descuidadas en la mirada sociológica.

La segunda parte se titula “Lo subjetivo invisible” y se propone por una parte superar los límites del intelectualismo detectado en el análisis anterior. Para ello reconstruye el proceso moderno que va de Kant a Hegel en la tematización del sujeto moderno y en la hipostatización de la subjetividad como “inteligencia”, que en Hegel asume rasgos históricos y globales. La “utopía de la inteligencia trascendental” conduce a un “desvirtuamiento” (Verläugnung) de la dimensión individual (107 ss.), como se rastrea en Fichte, Hegel, y Heidegger, y desemboca en la moderna “conciencia infeliz”, esta vez aplicada a la inteligencia empírica, como se expresa en Hölderlin, von Kleist y Nietzsche, entre otros.

La tercera parte se titula “La clausura de la autopoiesis”, y se dedica a Niklas Luhmann y a su proyecto de una teoría de los sistemas aplicada a la sociedad. Kastl revela un sentido profundamente fenomenológico en dicho proyecto, que lo emparienta estrechamente con la obra de Husserl, y lo caracteriza como la “prosecución del intelectualismo de las ciencias del espíritu con otros medios, los propios de una semántica prestada de las ciencias naturales” (191). La subjetividad se traslada del individuo a los sistemas sociales. Ni que decir tiene que la nueva representación de las cosas y las fórmulas luhmannianas de resolución del problema de la intencionalidad, que se sirven del aparato conceptual sistémico: observación, selección e “interpenetración”, no satisfacen al autor, ni resuelven la cuestión central.

La cuarta parte se titula “La apertura de la intencionalidad operante (fungierende): comunicación, tiempo e individualidad”. Desarrolla una visión más propiamente fenomenológica del tema, en la que la reflexión y la comunicación se entrecruzan con la dimensión temporal. Kastl reivindica el carácter de “campo” propio de la comunicación y de la experiencia de individualidad, lo que indica una extensión no sólo temporal sino espacial y relacional (302), lo que requiere un compromiso de intercambio con otros. Con ello se recupera la dimensión intersubjetiva, esencial en las reediciones fenomenológicas y para su capacidad crítica.

El libro de Kastl pone en evidencia la unilateralidad de una línea del pensamiento moderno y de su concreción en la ciencia social. Es útil como toma de conciencia de límites insuperables en la teorización de cualquier parcela de la realidad, una parcialidad insuperable y a veces peligrosa. La confrontación entre el método fenomenológico y el sociológico no podía llevar a otro resultado, a pesar de los intentos pasados de combinar ambas orientaciones en una síntesis que hizo escuela, la de una “sociología fenomenológica”. Lo que ahora Kastl muestra es que, si se parte de la cuestión de la intencionalidad, resulta una visión distinta de lo social, más similar a la idea de “campo”, donde se dan interacciones, aunque también afectada a su vez por una inevitable parcialidad. Confiamos en que esta percepción contribuya a una visión más realista de la empresa sociológica y de sus límites, como condición de su éxito.



 
 
 
 
 
 
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