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Datos sobre la publicación:
Recensione: X. MORLANS I MOLINA, La experiencia de Dios en la acción social: Hipótesis para una interpretación teológica inspirada en los primeros escritos de Maurice Blondel

 
 
 
Foto Oviedo Lluis , Recensione: X. MORLANS I MOLINA, La experiencia de Dios en la acción social: Hipótesis para una interpretación teológica inspirada en los primeros escritos de Maurice Blondel , in Antonianum, 75/1 (2000) p. 169-171 .
Sumario en español:

La actualidad del pensamiento de Maurice Blondel se revela en la abundante producción bibliográfica que en los últimos tiempos escruta y aprovecha lo mejor de este pensador católico. El filón no está ni mucho menos agotado, y las intuciones que derivan de su obra central, L’Action, siguen abriendo vías de gran interés para la actualización de la fe cristiana en el mundo moderno y para las tareas de fundamentación teológica, entre las que se encuentra también el diálogo apologético con la cultura contemporánea.

El libro de Morlans es el resultado de una investigación doctoral dedicada a explorar el “pensamiento social” de Blondel, una tarea que hasta ahora había merecido poca atención en los círculos “blondelianos”. El propósito no es fácil, sobre todo si se tiene en cuenta que la recepción de las obras de Blondel, sobre todo de L’Action, se ha centrado en los aspectos más subjetivos o personales de una especie de fenomenología abierta a la trascendencia.

El autor nos introduce con un recorrido metodológicamente impecable y con una claridad casi didáctica a través del pensamiento de este filósofo cristiano. Los primeros capítulos repasan los fundamentos del modelo blondeliano, de los que se extraen premisas y orientaciones que revelarán posteriormente su fecundidad al extender dicho modelo a la “acción colectiva”. Tanto la “acción en general” como la “acción ética” nos introducen en unas claves de lectura específicas sobre las que puede plantearse una alternativa a la teoría social dominante en el contexto francés de finales del ochocientos.

El análisis de la “acción colectiva” ocupa el tercer capítulo. Es de reseñar: el interés de Blondel por superar el marco “positivista” que había impuesto Comte desde mediados del siglo XIX; la voluntad de vincular la actuación colectiva a las dinámicas de sentido que sólo pueden identificarse en el individuo, una orientación “comprensiva” que cabría asociar a los posteriores desarrollos de Max Weber; una tesis teleológica de la acción social, que apunta a una finalidad, a un “deseo de realización”, superando las visiones más pesimistas sobre el origen de las agregaciones humanas; de ahí deriva una especie de “teoría de la evolución social” que se orienta al “incremento del sentido”, lo que sólo puede darse cuando con una apertura a la trascendencia, sin abandonar la inmanencia.

Morlans desarrolla las tesis centrales de esta “teoría de la sociedad” con el intento de resolver el gran problema de toda sociología fundamental: la coordinación entre la acción individual y la colectiva, la interpenetración entre la libertad personal y las exigencias de la racionalidad organizativa. La solución blondeliana es claramente apologética: sólo en la convergencia de un mismo “fin superior” cabe resolver la tensión apuntada, en un sentido ciertamente “religioso”. La balanza de todos modos se inclina más del lado del individuo y de su finalidad, a la que de alguna forma “sirve” el conjunto social (122 s.).

La “teoría social” de Blondel se completa con una crítica de la “acción colectiva negativa”, que converge con la “crítica de las ideologías”, de las finalidades parciales o de la “alienación social”.

Morlans concluye su estudio con una propuesta de “interpretación teológica” de la teoría social blondeliana, lo que expone a través de siete tesis. El énfasis recae en la relevancia teológica de la “acción colectiva”, en grado de mediar una forma de trascendencia, más allá de la ética, y que se centra en el “momento efectivo” (más que en el reflexivo) de la acción. Las dinámicas sociales pueden, por medio de tradiciones y experiencias compartidas, contribuir al conocimiento y opción personal en favor de Dios.

El panorama que ofrece Morlans en su obra es sugestivo y da que pensar. Es importante haber resaltado la contribución de Blondel como un contrapunto a las tendencias del pensamiento social del siglo XIX que apuntaban clara e intencionadamente a la negación del elemento religioso. La lectura blondeliana de la realidad sociel permite dar la vuelta al planteamiento de Feuerbach, Comte y Durkheim: la idea de humanidad y la agregación social no es negación superadora de la fe positiva en un Dios personal, sino la posibilidad de su afirmación. En ese sentido la obra que presentamos reaviva una tradición de pensamiento que había sido marginado por otras corrientes a las que se les dio demasiada atención, y nos ofrece una base para replantear una “visión cristiana de la sociedad”, que no es sólo una reedición de modelos agustinianos, sino una propuesta verdaderamente “moderna” o que toma en consideración los grandes temas y preocupaciones de los tiempos nuevos.

Ciertamente se trata de un paradigma que apenas ha sido tomado en consideración y desarrollado en la teorización standard. Sería interesante para todos poder profundizarlo en un diálogo ambicioso con las grandes corrientes del pensamiento social contemporáneo, lo que ayudaría sin duda a actualizar las intuiciones de Blondel.

Las limitaciones de ese pensamiento saltan a la vista de cualquiera habituado a los grandes debates en el ámbito de las ciencias sociales. Seguramente es mucho más compleja la conjunción entre la acción individual y la colectiva, también a nivel de organizaciones religiosas, pero los motivos blondelianos pueden ofrecer una guía y estímulo, algo a lo que contribuye sin duda alguna la presentación que hace Morlans. Sería interesante que se pudiera prolongar la línea de reflexión apenas iniciada para contribuir a una de las grandes cuestiones que se está planteando la teología más reciente y de mayor vitalidad, sobre todo en el área anglo-americana: la posibilidad de ofrecer una propia “teoría cristiana de la sociedad” o una “sociología teológica”, en grado de competir sin complejos con otras construcciones teóricas a la hora de afrontar los desafíos que tiene planteada la existencia social de la humanidad.



 
 
 
 
 
 
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