Oviedo Lluis ,
Recensione: Klaus Demmer, Gottes Anspruch denken. Die Gottesfrage in der Moraltheologie ,
in
Antonianum, 69/4 (1994) p. 554-555
.
Sumario en espaņol:
El profesor K. Demmer nos ofrece en esta obra una especie de punto de llegada de su reflexión, aunque en realidad quiera ser una base o de fundamento desde el que poder realizar la tarea moral cristiana. Seguramente las obras de funda-mentación son más pertinentes en el periodo de madurez del investigador.
El título, de difícil traducción, expresa la intención del autor: « pensar la pretensión religiosa en el campo moral », es decir, hacer las cuentas con el hecho de que Dios existe a la hora de concebir la moral, sin por ello perder de vista la capacidad argumentativa de esa disciplina, que no querría verse excluida del circuito de los saberes humanos por demasiado apriorística.
La dificultad que el libro aborda es fundamental y afecta a la vocación del teólogo moral, de ahí que sus reflexiones constituyan una preciosa orientación, a partir de la larga experiencia de un profesor de gran reputación, a la hora de afrontar la reflexión moral. Se trata por tanto de una guía especialmente indicada a aquellos que quieren hacer del estudio de la moral una especialización.
Señalaré algunos puntos de fuerza sobre los que se apoya el discurso de Demmer:
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La teología moral es ante todo una forma de hacer teología, que mira a la relevancia práctica de las verdades de fe. El punto de partida es la revelación cristiana, o de forma más radical, la idea de Dios, que resitua el eonjunto de la realidad y ofrece una perspectiva nueva a.la persona.
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Si la teología moral quiere ser una disciplina reconocida en el ámbito de los saberes, con capacidad de argumentar y de aproximar a los hombres a la verdad en el campo de la acción, debe dejar de absolutizar el objetivismo de la norma moral, el naturalismo moral o el realismo. Ello no implica una peligrosa maniobra hacia el subjetivismo, en una especie de ruptura de las amarras que ligaban el discurso moral cristiano al puerto seguro de la ley natural, sino la necesidad de situar esa ley moral en un contexto más amplio, que toma en consideración otros factores.
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Es preciso trazar un nuevo equilibrio entre la norma objetiva, la conciencia moral y la comunidad argumentativa. Ante todo, la fe religiosa, la idea de Dios, ofrece un horizonte de comprensión absoluto, desde el que adquiere sentido toda la realidad. Se puede hablar de « hermenéutica moral », o bien de « epikeia », que es un término que aparece repetidamente en la obra y que el autor recoge de la tradición escolástica. Pero esa idea se traducen en temas ya clásicos en la reflexión moral cristiana: la opción fundamental, el realismo moral que se aplica no a cada acto, sino a toda una vida, o la moral de actitudes.
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La terea de encontrar la verdad moral en sede racional, y que a menudo se expresa como « consenso ético », presenta algunos límites que cuestionan la validez de esa pretensión: la verdad no se funda en el consenso, sino que éste la puede descubrir; la razón siempre está preorientada, y existen además sentimientos, experiencias que determinan la orientación de un hombre que escapan a la racionalización, que suponen un exceso, un dato previo.
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La moral cristiana tiene que aceptar el desafío de la historia y de las transformaciones temporales. La fe se expresa como tensión entre la eternidad y el tiempo, y en esa tensión se sitúa también la reflexión moral, que en ningún caso puede inmovilizarse ante las situaciones cambiantes: la razón moral debe ser creativa.
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La reflexión moral cristiana se reconoce también en su capacidad para dirimir conflictos y para el discernimiento. En ese sentido se reivindica la dignidad de la « casuística » moral, que debería contribuir a hacer vivibles situaciones de gran dificultad.
Demmer acentúa una y otra vez los grandes tópicos del planteamiento moral católico característicos de la generación del Concilio Vaticano II: la dignidad de la conciencia, el carácter liberador de la moral cristiana, la necesidad de diálogo con las ciencias, la voluntad de colaboración con todas las instancias que ayuden al hombre a humanizar. Pero su reflexión es profundamente teológica: el sentido de la fe en Dios, la experiencia de la cruz como iluminación de ciertas situaciones, e incluso, en ciertos pasajes, el tono de la obra es de una « espiritualidad moral »: esa es quizás una de las impresiones más características que se perciben en este libro: la tarea del teólogo moral parece que en último término traspasa los contornos de una especialización limitada a ofrecer orientaciones positivas de acción, para convertirse en una espiritualidad, es decir, una forma de configurar el espíritu del hombre, su identidad cristiana, con el fin de que sea capaz de afrontar los problemas y riesgos de la vida práctica.
Este último libro de Demmer, que ha sido sin duda alguna un autor fecundo en el campo de la moral fundamental, tiene el mérito también de conectar con algunos de los debates contemporáneos en sede de filosofía ética, como es obligado para toda moral fundamental que se precie. Son de agradecer las amplias referencias a los intentos de fundación comunicativa y trascendental de la ética; pero habría sido de interés recoger algo más de las discusiones en torno al utilitarismo, típicas del ámbito angloamericano (92 s.), y de gran relevancia en el debate moral contemporáneo.
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