Vazquez Janeiro Isaac ,
Recensione: PABLO MARÍA GARRIDO, O. CARM., El hogar espiritual de Santa Teresa. En tomo al estado del Carmelo español en tiempos de la Santa. Con un prólogo de M. Andrés (Vacare Deo, 7). ,
in
Antonianum, 60/1 (1985) p. 213-214
.
Sumario en español:
El problema que se plantea Garrido en este libro es el mismo que e planteó en el libro que acabamos de reseñar, si bien centrado aquíre uno solo de los dos personajes, Santa Teresa de Jesús: sus relames con el Carmelo. Pero el punto de enfoque es distinto. En el libro interior se preguntaba: ¿qué debió la Orden carmelitana a Santa Teresa •ya San Juan de la Cruz)? Ahora se pregunta: ¿qué debió Santa Teresa i su Orden? ¿qué recibió de ella? La pregunta parece del todo obvia, de el momento en que los santos no son individuos desencarnados, temporales, islas en un océano, sino seres que necesitan, para crecer, de I clima, de un ambiente. Con el fin de dar una respuesta adecuada (las e se habían dado hasta ahora no lo eran totalmente), y con segura ocumentación a la mano, como de costumbre, Garrido examina detenimente el ambiente espiritual, cultural y religioso que reinaba, a la eilia de la reforma teresiana, en las diversas provincias carmelitanas pañolas, especialmente en la de Castilla, y, más en concreto, entre los ífesores de la Orden, hacia los cuales la santa Doctora tiene expresiones lenificativamente duras.
¿De qué tipo era el « humus » del Carmelo español en los dos primeros tercios del siglo XVI? ¿Desierto o vergel? Responde Garrido: « Probablemente, ni una cosa ni otra. El Carmelo español de esa época fue más bien un jardín bien cuidado, sin excluir ciertas zonas de melazas, que floreció un poco tardíamente,... que, como hemos dicho, alcanzaría una espléndida granazón en sus dos incomparables Doctores Místicos: Santa Teresa y San Juan de la Cruz » (p. 174).
Y concluye Garrido: « Por lo demás, tenemos la íntima convicción de que la obra renovadora de la descalcez carmelitana por ellos [Santa Teresa y San Juan de la Cruz] iniciada se hubiera impuesto por su propio peso como forma común de todo el Carmelo español, si factores y circunstancias externas no hubieran venido a interferirse y a complicar torpemente el desarrollo de la misma » (p. 175).
Compartimos plenamente esta apreciación histórica, y no sólo por lo que se refiere a la descalcez carmelitana.
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