Vazquez Janeiro Isaac ,
Recensione: BASILI DE RUBI, Els Caputxins a la Barcelona del segle XVIII. Aproximado histórico-bibliográfica. ,
in
Antonianum, 60/1 (1985) p. 214-217
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Sumario en español:
Con el título Un segle de vida caputxina a Catalunya, el A. publicó I en 1977 un volumen de 1021 páginas, en el que describe la historia de la provincia capuchina de Cataluña en su primer siglo de existencia (1564- I 1664). Con un título tal vez menos afortunado por lo que se refiere a la extensión cronológica y a la comprensión geográfica, el A. acaba de lanzar este otro volumen, superior al anterior por el número de páginas, en el que prosigue la narración de la historia de esa misma provincia desde 1664 hasta la mitad del siglo XIX, en que la Orden capuchina, como las demás Ordenes, quedó suprimida en Cataluña y en España.
Como en el caso del primer volumen, el objeto de este segundo tomo es también la vida capuchina en Cataluña, cuyos protagonistas son los capuchinos, es decir, las personas, y no las estructuras en cuanto tales, a no ser que se les considere como centros de irradiación de esa vida — los conventos — o como promotores y realizadores de la misma -es el caso de las estructuras jerárquicas —. Una vida que se manifiesta en múltiples proyecciones: espiritual, disciplinar, apostólica, pastoral, científica, literaria, social y política.
Aunque en el subtítulo se califica esta historia como simple « aproximación », sin embargo, la impresión que se saca de su lectura es que el P. Basilio de Rubí no se queda en las ramas, sino que logra calar muy hondo en el antaño de la vida capuchina catalana. Para ello tuvo la fortuna de llegar a manejar una documentación abrumadora y una bibliografía exhaustiva; demuestra poseer, además, un fino sentido crítico para descubrir cuándo los documentos — aun los oficiales — no pasan de ser«papers mullats » (p. 222) o cuándo cuesta aceptar « al peu de la lletra lesparaules del provincial » (p. 224). El P. Basilio no sólo llega a descubrir los hechos, leyendo, a veces, los documentos al trasluz, sino que sabe también encuadrarlos en su justo contexto; así, por ejemplo, cuando describe bajo el epígrafe « barroquisme i xuriguerisme » ciertas formas de liturgia, de devoción, de predicación o de apostolado (y hubiera podido meter muchas más) o cuando atribuye a las circunstancias políticas una cierta «manera de pensar, del tot anodina » (p. 421; cf. p. 226) que domina en la provincia desde principios del siglo XVIII; aunque pienso que también habrá contribuido a este rutinarismo disciplinar « l'afecció ais cerimonials» (p. 972), que surge por las mismas fechas.
Otra cualidad de todo buen historiador, y que no le falta tampoco al P. Basilio, es el amor a la verdad. Algún piadoso lector sin duda se escandalizará leyendo las páginas en que describe las « florecillas» le tabaco que se cultivaban en la huerta conventual de Barcelona, y de Jtros lugares, en forma de contrabando, pues el cultivo de la planta de tabaco era ya entonces de riguroso monopolio del estado. El fumar cigarros o cigarrillos estaba prohibido en toda la Orden; en Cataluña esa prohibición resultaba innecesaria, pues el fumar — dice el P. Rubí — se OTsideraba «contrastant a la dignitat del sant hábit » (p. 395), y también, lal vez, un peligro constante de incendios; pero, en cambio, hacer una pizzicata», es decir, aspirar el tabaco en polvo, o rapé, era la « flaca » e todo buen capuchino. No había capuchino que no llevase en una de las Itriqueras del santo hábito el texto de la santa Regla, en formato |ueño, «com a símbol d'alló que havien professat i per a continuar afermant-s'hi» (p. 395); y en la otra faltriquera, la petaca de rapé para la zicata». El cultivar y el elaborar el tabaco personalmente, aun a eque de defraudar al estado, se consideraba más conforme a la pobreza ciscana y, sobre todo, resultaba más a gusto del consumidor. Naturalmente, las « prohibiciones » de los superiores se repetían continuamente; pero todos los religiosos sabían que no tenían por objeto extirpar planta. El P. Rubí, tratando del tabaco y del chocolate — « dos petit: vicis, deis quals [els caputxins] difícilment es mortificaven » (p. 395) — ei el capítulo dedicado a la « mortificado i penitencia », no cabe duda qui logra presentar con verismo y aun con cierto tinte de heroísmo las tipie, virtudes del ascetismo capuchino.
Entre los sectores de la vida capuchina de mayor relieve — como, por ejemplo, el del apostolado misional en América —, nos limitaremos a citar la actividad literaria y científica. El P. Rubí elenca (pp. 998-1002) 298 escritores desde 1578 hasta 1900; muchos de ellos, los más, no tuvieron la fortuna de ver publicadas sus obras, « donat els mitjans pobres» de la provincia (p. 968).
Bajo el título « El gran escando! de fi de segle », el P. Rubí dedica un capítulo (pp. 106-131) a la supresión de los discretos conventuales o representantes de la base en los capítulos provinciales de las provincias capuchinas españolas. Estas medidas — que suponían una radical innovación respecto de la anterior legislación de la Orden — fueron aplicadas en las diversas provincias, comenzando por la de Castilla, mediante una serie de breves pontificios emanados durante los años 1693-1694. ¿Quien obtuvo estos breves? Los autores capuchinos que han estudiado el caso (B. de Carrocera, M. de Pobladura y el mismo B. de Rubí) se contentan con decir que los breves pontificios fueron solicitados por el rey Carlos II, a ruegos de fray Antonio de Trujillo (influyente capuchino castellano) y obtenidos en Roma por el embajador duque de Medinaceli. Esta explicación, como versión oficial, puede pasar. Pero en historia lo ofitial no siempre corresponde a lo real. En la realidad, quien agenció estos breves fue el franciscano observante español fray Francisco Díaz de San Buenaventura (-j- 1728); otro importante personaje español residente a la sazón en Roma, que servía de « trait d'union » entre Díaz y Trujillo y que formaba con ambos un fuerte triunvirato, en una curiosa correspondencia. informaba puntualmente sobre el oficio de factótum que venía desempeñando Díaz en todo este asunto: 28-2-1693: « V.R. con secreto se vea con el Rmo. fray Antonio de Trujillo, capuchino, con quien tiene intimidad el P. Díaz, que le ha sacado un despacho que deseaba mucho, y se lo enviará este correo » [= breve « Nuper pro parte »]; el amigo a Trujillo 25-4-1693: «En cuanto a la persecución que V.Rma. padece, ya habrá recibido el consuelo, con el despacho que consiguió y negoció el Rmo. Diaz a quien Dios ha dotado de talento grande y celo y maña para negociar »; al mismo, 6-6-1693:: « Recibí la de V.Rma. de 7 de mayo. Hablé al amigo Díaz sobre lo que V.Rma. me encarga. Estos días ha andado sumamente ocupado...; y por eso no habrá podido sacar el segundo breve que V.Rma. desea en que declare S.S. los que han de tener voto en capítulo »; al mismo, 20-6-1693: «Al Rmo. Díaz se le levanta nueva persecución por haberse empeñado en el negocio de los discretos que V. Rma. le dejó encargado. Los legos capuchinos están muy mal con él por esto »; al mismo, 18-7-1693: «He hablado vivísimamente al P. Francisco Díaz en su negocio de V.Rma. y no dejaré de instarle. Su Rma. anda tan atraillado de ocupaciones, que le abruman»; al mismo, 1-8-1693: «Recibí la de V.Rma. de primero de julio con los papeles adjuntos que se entregaron luego al Rmo. Díaz, a quien hablé luego, y está deseosísimo de servir a V.Rma., aunque el negocio pide algún tiempo»; al mismo, 13-9-1693: «Yo espero que Dios dará a V.Rma. salud, y con el despacho que el Rmo. Díaz le ha sacado, con la autoridad de su Majestad, logrará la paz de su Religión »; al mismo, 26-9-1693: «Ya el correo pasado remitió a V. Rma. el amigo Díaz el breve que V.Rma. deseaba con la extensión para Andalucía y Navarra »; el amigo a Díaz, 16-5-1694: « Remito a V.Rma. esa del amigo fray Antonio...; procure V.Rma. que tenga efecto y se negocie lo que ha suplicado a V.Rma., y el rey nuestro señor ha mandado, acerca de los puntos de la bula de aquellas sus provincias ». Aquí termina el asunto de los breves pontificios, pero fray Antonio de Trujillo continúa figurando en la correspondencia hasta el 13-12-1699. Ahora se trata — en fuerza del « toma y daca » — de negociar en Madrid un buen puesto para Díaz, en premio de sus servicios; los dos amigos del triunvirato no pedían poco: una buena mitra en España, la embajada española en Roma, ministro general de la Orden franciscana, comisario general de Indias en Madrid... Pero fray Antonio desaparece de la escena del mundo y de la vida sin haber podido patentizar su agradecimiento; y a fray Francisco Díaz de San Buenaventura le quedó, de positivo, entre otras muchas, la enemiga de «los legos capuchinos », por haber sido uno de los principales artífices de aquel « gran escándol de fi de segle ».
En una palabra, la obra del P. Basilio de Rubí es un monumento de vida capuchina para el tiempo pasado; y, para el tiempo presente y venidero, un modelo de cómo se debe hacer historia a base de hechos, y no :on piadosas fábulas o con esquemas metahistóricos.
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